Mario Maraboto
Entre los hechos significativos de la celebración oficial del Aniversario de la Independencia de México se destacan la presencia de militares rusos y de otros países no democráticos, la ausencia de las mujeres presidentas de los poderes legislativo y judicial y la no inclusión de mujeres en la escolta que entregó la Bandera Nacional al presidente para la ceremonia del grito.
Específicamente el tema de las mujeres llama la atención, por un lado porque, conforme al Artículo 49 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el supremo poder de la federación lo integran los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, independientemente de quién los presida. En el caso de la escolta, los años anteriores incluía mujeres como signo de paridad.
El desprecio disfrazado de austeridad hacia las mujeres, contradice las aseveraciones del actual presidente sobre “Ya la Cuarta Transformación es feminista, ya eso se logró.”
En efecto, previo a la celebración del Día Internacional de la Mujer en marzo de este año, AMLO expresó “De modo que ya alcanzamos el que sea una realidad el feminismo (…) Todos hemos contribuido a que las mujeres estén en la conducción del proceso de transformación de nuestro país.” Inclusive algunas mujeres allegadas a él como la secretaria de la Función Pública y una que otra senadora de su partido lo han calificado como “el presidente más feminista de la historia contemporánea.”
Objetivamente, AMLO es un feminista a conveniencia. Su feminismo lo manifiesta en tanto una mujer le sea fiel, disciplinada, útil y conveniente para sus fines personales y políticos; la alaba generalmente con lugares comunes (es honesta, gran profesional, me ayuda mucho, etc.), la apoya y la promueve públicamente, como lo ha hecho con la ex jefa de gobierno de la CDMX; pero cuando una mujer deja de serle útil o se le empieza a “salir del huacal” porque su pensamiento o acciones no le agradan, olvida el feminismo y la agrede verbalmente y hasta la tacha de traidora como lo hizo con la ministra Margarita RíosFarjat.
Cuando las mujeres se han manifestado en demanda de justicia o de respeto a los derechos humanos, las ha insultado tachándolas, infundadamente, de títeres manipulados por los conservadores; cegado por su conservadurismo machista ve a las mujeres no como personas capaces de ejercer una profesión y tomar sus propias decisiones, sino como quienes su única responsabilidad es cuidar a los niños, atender al marido, apoyar a los adultos mayores y mantener intacta la familia tradicional, aunque para ello sea víctima de violencia intrafamiliar.
Carente de toda empatía e insensible a las necesidades, violencia y derechos de las mujeres, se atrinchera en el palacio del que se ha adueñado cerrando las puertas al pueblo, ridiculiza las protestas y se autocalifica como víctima.
Desde el inicio de su gobierno empezó a afectar a las mujeres: cerró las estancias infantiles, eliminó los refugios para las víctimas de violencia, recortó fondos al Instituto Nacional de las Mujeres, afectó muchos programas de género que protegían a las mujeres, especialmente en comunidades indígenas y se ha resistido a recibir a las madres buscadoras de México, no así a las de Argentina.
Al no invitar a las presidentas de los poderes legislativo y judicial, no sólo las ofende como mujeres, sino que desestima a la Constitución. Actos cívicos como la celebración del inicio de la guerra de independencia deberían tener un protocolo oficial que refuerce el concepto de República en cuanto al imperio de la ley y la separación respetuosa de los poderes públicos, y evite hacerlos parecer como festividades autocráticas en donde “invito a quien yo quiera”.