Los diseños peatonales como los del Paseo 5 de Febrero no están pensando en la experiencia de los caminantes, sino en los espacios residuales del automóvil. La construcción de una nueva vialidad urbana que se limita a proveer los mínimos necesarios de banquetas, cruces, señalización, mobiliario, vegetación e imagen urbana no sólo pone a la peatonalidad en último lugar, sino actúa contra ella. Un diseño que ignora tanto las externalidades negativas de garantizar altas velocidades motorizadas (ineficiencia, contaminación, tráfico) como los beneficios de priorizar la movilidad humana (sostenibilidad, salud, equidad) es simplemente antipeatonal.