A David Prowse le rompió el corazón Star Wars. Con sus 2,01 metros de perplejidad y 118 kg de vergüenza, presenció desde su butaca la sustitución de su voz por la de James Earl Jones. La voz de Darth Vader se volvió icónica, pero el rostro de Prowse quedó oculto tras la máscara del villano. Antes de su muerte, Jones dio licencia para replicar su voz mediante I.A., lo cual permitirá escucharla en apariciones futuras del personaje. La controversia de esta decisión toca aspectos legales y éticos en el uso de la I.A. en las industrias creativas. Pero recordemos cómo se creó Darth Vader. George Lucas contrató a Prowse por su físico imponente, lo cubrió con una armadura inspirada en los diseños de Ralph McQuarrie y le dio una respiración característica creada por Ben Burtt, además de la voz de James Earl Jones. Vader es un constructo hecho de múltiples colaboradores, siendo Lucas el orquestador. El uso de la IA para Vader preocupa por la posible sustitución de actores de voz, pero la voz de Jones es icónica solo dentro del contexto narrativo creado por Lucas. Aunque la IA es útil para tareas repetitivas, en la creatividad aún es poco efectiva para igualar los alcances de la construcción de un personaje como Vader. Aunque la I.A. se está convirtiendo en un poderoso asistente creativo, seguimos requiriendo talento humano para editar, curar y mezclar sus resultados. También para resolver sus problemas éticos. A Lucas nunca se le ocurrió informarle al pobre Prowse que su voz nunca se escucharía en Star Wars.
