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Las complicaciones de los trabajadores en la industria automotriz

Industria automotriz queretana ya se prepara para arrancar/ Foto: Archivo
Industria automotriz queretana ya se prepara para arrancar/ Foto: Archivo

Para determinar si las nuevas reformas laborales de México son más que solo un adorno, el Gobierno estadounidense debería enfocarse en los derechos laborales de la industria automotriz  Sander Levin / Harley Shaiken A pesar de los beneficios financieros que obtuvo recientemente United Auto Workers (UAW) –el sindicato que representa a trabajadores de la industria … Leer más

Para determinar si las nuevas reformas laborales de México son más que solo un adorno, el Gobierno estadounidense debería enfocarse en los derechos laborales de la industria automotriz

 Sander Levin / Harley Shaiken

A pesar de los beneficios financieros que obtuvo recientemente United Auto Workers (UAW) –el sindicato que representa a trabajadores de la industria automotriz en Estados Unidos y Canadá – en un nuevo contrato que puso fin a una huelga de casi seis semanas en contra de General Motors (GM), la más larga en medio siglo, el acuerdo no rectificará el problema principal que ha afectado a los trabajadores automotrices en Estados Unidos y que continuará dañándolos.

El problema ha sido la prolongada carencia de derechos laborales en México. Los salarios en el territorio nacional corresponden a casi una décima parte de lo que ganan los trabajadores de la industria automotriz en Estados Unidos y los sindicatos a menudo son herramientas del patrón. Esto ha distorsionado el campo de juego y ha dado pie a la transferencia de trabajos estadounidenses de manufactura hacia el sur de la frontera. Los trabajadores de Estados Unidos han sido afectados de manera particularmente grave.

En cierta medida, esta situación se puede atribuir al fallido Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1993 y su anexo que, aunque incluía disposiciones para proteger a los trabajadores, fracasó en asegurar la supervisión y el cumplimiento adecuados. Las transgresiones a los derechos de los trabajadores no fueron sometidas a sanciones comerciales.

Las evidentes fallas en ese acuerdo comercial, que evitó que se modificara un sistema laboral explotador en México durante un cuarto de siglo, no se han resuelto de manera adecuada en el sucesor del TLCAN que propone el presidente estadounidense, Donald Trump, el Tratado entre México, Estados Unidos, y Canadá, o TMEC.

Las recientes reformas laborales en México brindan los cimientos necesarios para un cambio. Sin embargo, todavía no está claro que el país realmente pueda hacer que suceda. Es por eso que el Congreso de Estados Unidos debe insistir en que su vecino del sur primero demuestre que sus trabajadores pueden formar sindicatos independientes y negociar de manera colectiva antes de aceptar cualquier nuevo acuerdo.

Como un caso de prueba para determinar si las nuevas reformas de México son más que solo un adorno, el Gobierno debería enfocarse en los derechos laborales de la industria automotriz, que representa el 37 por ciento de las exportaciones del país a Estados Unidos.

Los salarios para los trabajadores de esa industria en México son en promedio de 2.80 dólares la hora, menos del 10 por ciento de lo que gana un trabajador veterano de la UAW. De manera predecible, ha habido un éxodo de trabajos estadounidenses de la industria a México, en donde la productividad y la calidad son comparables con las de Estados Unidos. Este movimiento ha contribuido a dolorosas pérdidas de trabajos estadounidenses, salarios a la baja, familias separadas y comunidades afectadas. El promedio real de salarios por hora en la industria automotora de Estados Unidos ha bajado un 24 por ciento de 2002 a 2019, después de ajustar la cifra por la inflación.

El preludio a la huelga de GM comenzó el 19 de noviembre de 2018. La compañía anunció que cerraría cuatro centros importantes en Estados Unidos –incluidas enormes plantas de ensamblaje en Lordstown, Ohio, y Hamtramck, Míchigan– con lo que desplazó a miles de trabajadores.

Dos de esas plantas permanecerán cerradas bajo el nuevo acuerdo, y Lordstown ha sido vendida a una pequeña empresa emergente que tiene planes de fabricar camionetas eléctricas tipo picop. GM ha excedido su capacidad en Estados Unidos de manera sustancial, de acuerdo con analistas automotrices. Una razón clave es la transferencia a gran escala de producción y empleos a México.

GM aportó 5 mil millones de dólares para aumentar sus operaciones mexicanas en 2014 y el año pasado, fue el mayor productor de vehículos en México, fabricó 834 mil vehículos, casi todos eran camionetas tipo picop y vehículos utilitarios. A finales de septiembre, la empresa había exportado el 92 por ciento de estos a Estados Unidos, de acuerdo con nuestros cálculos.

El 17 de noviembre, Ford Motor Company presentó una versión completamente eléctrica del Mustang. Como Ford lo explicó al anunciar el nuevo auto: “Desde que el Mustang original tomó por sorpresa al mundo en 1964, rápidamente llegó a representar lo mejor del espíritu estadounidense”. Sin embargo, el Mustang Mach-E será ensamblado en una planta en Cuautitlán, México.

GM y Ford distan de ser los únicos fabricantes de autos en aprovechar los bajos salarios de México. La industria automotriz y de autopartes ahora emplea a 866 mil trabajadores por hora, en comparación con los 778 mil en Estados Unidos. El fabricante alemán BMW inauguró recientemente una planta de ensamblaje de mil millones de dólares para sus autos de la Serie 3 en San Luis Potosí. Para los trabajadores que arman este sedán deportivo de lujo, el salario inicial es de menos de 2 dólares la hora.

Es cierto que México prometió grandes reformas laborales para los trabajadores durante el gobierno pasado y ha prometido promulgar legislaciones para poner en marcha esas reformas durante el actual gobierno progresista del presidente Andrés Manuel López Obrador.

No obstante, estas reformas parecen existir hoy en papel, pero no en la realidad.

Fuerzas poderosas se resisten de manera vigorosa al alza de los salarios insignificantes de la industria. Entre esas fuerzas se encuentran sindicatos corruptos y obedientes que han firmado innumerables acuerdos llamados convenios de protección con poca o nula participación de los empleados que protegen a los patrones, no a los trabajadores. Las corporaciones transnacionales, que disfrutan de grandes ganancias debido a los bajos salarios, también se resisten a la reforma. Y, además de esas fuerzas hostiles, para colmo, las instituciones del Estado mexicano son notablemente débiles en esa área. Las promesas por sí solas no transformarán este sistema laboral atrincherado y corrompido.

El presidente Trump ha mencionado el dañino impacto que ha tenido el TLCAN en los trabajadores. Sin embargo, no ha incluido medidas efectivas en el acuerdo que lo remplazará para asegurarse de que los derechos de los trabajadores verdaderamente se vuelvan una realidad en México. En cambio, su Gobierno se ha enfocado en medidas que supuestamente frenarían la subcontratación y las inversiones estadounidenses futuras en México, pero lo más probable es que eso tenga poco impacto.

LRR

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