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Neurosis Global

Daniel González Rivas Ignorancia y desinformación son los rasgos fundamentales de la población mundial que hoy vive paralizada por el miedo, la falta de confianza y la ausencia de sueños. La era de la post-verdad en la que vivimos no valora ni comprende los criterios racionales de la verdad. Los cánones para identificar lo que … Leer más

Daniel González Rivas

Ignorancia y desinformación son los rasgos fundamentales de la población mundial que hoy vive paralizada por el miedo, la falta de confianza y la ausencia de sueños. La era de la post-verdad en la que vivimos no valora ni comprende los criterios racionales de la verdad. Los cánones para identificar lo que es razonablemente creíble han sido extirpados de la cultura general; del sentido común. La masa de individuos que conforman una manada se opone a la sociedad de hombres y mujeres pensantes y confiados. La población mundial de la actualidad no cuenta con herramientas culturales para procesar, interpretar y calificar la realidad de manera que distinga entre la verdad y aquello que se le dice para manipularlo.

Si una persona no puede discernir entre lo que puede ser verdadero y lo que no, se encuentra en las mismas condiciones que el homo-sapiens de las cavernas. Se puede creer cualquier cuento; adoptar cualquier opinión. Es totalmente manipulable por quien tenga el control del flujo informativo general. Y éste, el creador de la opinión pública lo sabe. Hoy en día todos los medios de comunicación masiva son propiedad de los grupos que determinan el rumbo de las naciones con el poder económico y político profundo. Los dueños de los mayores bancos y empresas del mundo son también dueños de los medios de comunicación masiva, tradicionales y digitales. Si se revisan ambos listados se encontrará gran número de “coincidencias”. Y en materia de gobierno sucede lo mismo, poderoso señor es don dinero. No hay grupo político que no obedezca a ciertos intereses económicos. La principal razón es que el criterio imperante en el código ético es el poder a cualquier precio. Si para ello hay que venderle el alma al diablo, así será. Las políticas públicas son, en la gran mayoría de los países, determinadas por los intereses de los grandes capitales.

Lo que debería ser una sociedad ciudadana es solo una comunidad de neuróticos paralizados por la vergüenza y el miedo. De la educación se eliminó la historia, la ética, el civismo, la ciencia y su teoría, la filosofía, la política y el arte. Imagínese una mente sin esos recursos. ¿Con qué herramientas puede procesar los discursos desinformativos de los manipuladores medios de comunicación? ¿Cómo distinguirá entre el dicho de un ignorante mentiroso que lucra con su palabra y aquel que busca con sinceridad la verdad y la justicia, independientemente de los beneficios económicos que ello le pueda reportar? ¿Con qué criterio podrá valorar el proceder de todos aquellos que tienen una responsabilidad social o pública? ¿Cómo puede calificar la justicia del proceder de su clase gobernante, la corrección o bondad de cualquier política pública o privada? Hemos vuelto al reino de la opinión. Al ambiente donde cualquiera puede afirmar cualquier cosa con pretensiones de validez, siempre que se apoye en cierta autoridad, fama, poder, fuerza o prestigio. Es por ello que, como masa dirigida, no tenemos más remedio que creer todo lo afirmado por las autoridades, por los rumores, por la mayoría, por nuestros superiores, por los ricos, por los galardonados, por las voces anónimas de pantallas igualmente anónimas.
Es urgente recuperar nuestra riqueza cultural clásica, hoy encerrada en torres de concreto y acero. Devolver todas esas materias eliminadas de los currículos escolares porque estorban a las cortes tecnocráticas y a sus monarcas inescrupulosos. Es necesario rescatar el pensamiento de todos los sabios sin tiempo; historiadores, filósofos, científicos, poetas. Para salir del oscurantismo tecnológico al que nos arrean, es necesario liberar a Homero, a Virgilio, a Sócrates, a Aristóteles, a Dante, a Dostoievski, a Cervantes, a Descartes, a Rousseau, a Smith y a Marx, a Popper, a García Marques, y a todos los auténticos perseguidores históricos de lo bello, lo bueno y lo verdadero. A quienes nos llevaron en sus hombros a la civilización. De lo contrario seguiremos a merced de quien quiera manipularnos. Seguiremos siendo, y cada vez más, presos de la neurosis global.

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