Los gobiernos de las ciudades están dotados de un conjunto de recursos coercitivos. Gramsci menciona tres formas de coerción estatal: violencia, compulsión económica y la dominación administrativa.
En la última, puede ubicarse la facultad para clasificar zonas urbanas y la gestión del tráfico. También se menciona una dimensión discursiva en la que, profundamente institucionalizada, se dan por sentado prácticas que vulneran las oportunidades de la gente por su clase, raza o género; por ejemplo, la calidad y el acceso a la vivienda.
En las ciudades con un rápido crecimiento poblacional la legislación sobre usos de suelo, la creación de infraestructura para la movilidad y la política habitacional, son las principales políticas que inciden en la gobernanza urbana.
Constantemente se apela al crecimiento económico del territorio, a una modernidad por la construcción de nuevas infraestructuras viales (sorprendentemente aún enfocadas al beneficio del coche) y a una mejor calidad de vida, para justificar los cambios de uso de suelo, el desarrollo de nuevos fraccionamientos, y de megaproyectos de obra pública.
Lamentablemente poco se mencionan las externalidades negativas de la gestión del suelo, de las políticas habitacionales y de movilidad.
En las ciudades crecen aceleradamente los fraccionamientos de clase alta y media-alta que han desplazado la protección del medioambiente a una nota de página anecdótica.
La planeación urbana promueve zonas comerciales y habitacionales sin importar el desplazamiento de comunidades. Estas venden sus tierras sin saber que el plan anticipa un incremento del valor de la tierra del cual no participarán. La alternativa es el desarrollo habitacional que se destina a la periferia sin opciones dignas de transporte público ni de vivienda.
Lo mismo podría decirse de la política de movilidad.
La gobernanza de estas problemáticas implica un ejercicio colaborativo en el que urge la incidencia ciudadana especializada.
Esta solo será efectiva si viene impulsada desde abajo, desde la propia ciudadanía.
