La decisión de USA en los años setenta de disminuir la extracción y reorientar su estrategia petrolera hacia la petroquímica secundaria ante el presupuesto del 2018 y el futuro de la seguridad energética, es el mayor desafío que la Patria habrá de enfrentar el siguiente lustro.
Los gobernantes de aquella época aceptaron la “ayuda” de USA de recibir soporte tecnológico y financiero para venderles petróleo. La deuda externa de 4 mil millones de dólares en 1970 para 1982 era de 80 mil millones y el dólar había pasado 12.5 a 70.0 viejos pesos. Era junio de 1981 cuando los precios del barril disminuyeron en 60%, el Director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, disminuyó los precios para mantener la exportación que entonces era de 1.3 millones de barriles diarios. Días después, José Andrés de Oteyza, Secretario de Patrimonio y Fomento Industrial, en audiencia histórica mostró al Presidente López Portillo que el crudo venezolano se sostenía en precios superiores a los 20 dólares. Acto seguido JLP dio la orden de incrementar los precios y destituyó a Díaz Serrano. Lo que nunca le dijo fue que el petróleo mexicano es más pesado que el venezolano y por ello el precio era y es distinto.
Las exportaciones disminuyeron a 300 mil barriles se incrementó la deuda externa y fue necesario reestructurarla, pedir más dinero prestado y frenar la economía ¿cómo? devaluando el peso para disminuir la demanda interna de dólares, pero con un costo que ocultaron: disminuir brutalmente la capacidad de compra de la ciudadanía. La receta la han vuelto a aplicar. En cinco años el actual régimen ha acumulado una devaluación superior a los cuatro regímenes que le antecedieron pero con una diferencia: el agotamiento definitivo del manto petrolero que sostiene el gasto del gobierno federal desde 1975 y con una balanza comercial que acumula un déficit de 60 mil millones dólares.
Beethoven en su quinta sinfonía nombró al primer movimiento, cuando era irreversible quedarse sordo, el destino llamando a la puerta. No podemos ignorar que el modelo petrolero fracasó. El desafío es mucho más que discutir los “ajustes” del presupuesto 2018.