Después de 12 años de una corrupción pocas veces vista, de haber casi destruido la economía
Alejandro Gutiérrez Balboa
Después de 12 años de una corrupción pocas veces vista, de haber casi destruido la economía, de haberse enriquecido en forma escandalosa, de haber endeudado al país sin pagar nada de su enorme deuda y de haber provocado una emigración masiva, Argentina ha vuelto a llamar al peronismo causante de todos sus males.
Si bien es cierto que ha ocurrido un fraude electoral de proporciones aún no cuantificadas, en el que cada día salen a la luz las actas reales comparadas con las enviadas a la central de cómputo con diferencias notorias, y también que estas elecciones no son las definitivas, ya que la primera vuelta se efectuará en octubre y ahí se elegirán las autoridades políticas del país, el hecho es que inexplicablemente, los argentinos han votado considerablemente por el regreso de Cristina Fernández de Kirchner.
Hay una clave para este fenómeno que, por otra parte, cada vez se muestra ser el común de todos los populismos: como nadie ha trabajado por configurar una base electoral subsidiada, financiada y objeto de programas de gobierno y de asistencia social suficiente para ganar elecciones, en tanto que las demás fuerzas políticas siguen trabajando solamente en el convencimiento de sus simpatizantes.
Quien mejor explicó el fenómeno fue el canciller brasileño Ernesto Araújo, quien dijo que Alberto Fernández, el candidato presidencial peronista era lo mismo que una mamushka rusa: se abre y aparece Cristina Kirchner, se abre ésta y aparece Lula, se abre éste y aparece Hugo Chávez.
El peronismo regresa para terminar la obra inconclusa: una reducción al mínimo de las fuerzas armadas, una proletarización generalizada del país, el recibimiento continuado de pobres de los vecinos Paraguay, Bolivia y Perú, a los que se brinda toda clase de programas para que no trabajen, el desmantelamiento de la planta industrial y productiva.
Con los primeros números de resultados de la elección, la bolsa de valores se cayó, el dólar se disparó alrededor de 50% y lo poco que había logrado Mauricio Macri se diluyó. La apuesta no está perdida, aún puede ganar la elección pero la tarea se antoja muy complicada. Al peronismo hay que desarticularlo, si se pretende un país medianamente próspero y con futuro. No es sencillo.