Existen otro tipo de manifestaciones religiosas en las que muchos toreros son asiduos creyentes, me refiero a las Cofradías, y en especial a las que surgen en Semana Santa
Juan Carlos Sámano
Sin duda alguna, la Religión y la Tauromaquia han estado vinculas entre sí desde hace muchos siglos a través de creencias y ritos. Pero sobre todo, se basa en esa fe en el Creador, esa fe que siente el hombre que está a punto de poner en juego su vida ante una bestia. Es aquí, donde se fortalece ese vínculo entre lo sagrado y lo terreno, y lo podemos ver a través de las entradas a las Capillas, los Capotes de Paseo con alusiones religiosas, los Altares que cada diestro monta en la intimidad de su habitación, etc.
Sin embargo, existen otro tipo de manifestaciones religiosas en las que muchos toreros son asiduos creyentes, me refiero a las Cofradías, y en especial a las que surgen en Semana Santa, las cuáles aparecen en el siglo XVI y consisten en una asociación de fieles, en la mayoría únicamente laicos, que reúnen dos elementos: en primer lugar la contemplación de la Pasión y Muerte de Cristo y, en segundo lugar, imitarla mediante actos penitenciales públicos, durante la realización de las diversas procesiones durante estos días.
Una de las principales es la Hermandad de la Virgen del Rosario, mejor conocida como la hermandad de la Macarena, y cuya sede se encuentra en la sencilla pero bellísima Basílica del mismo nombre, enclavada en el barrio de San Gil, en la no menos bella ciudad de Sevilla. A ella, la han venerado grandes diestros, siendo el que más se identificó con ella José Gómez Ortega “Gallito”, al grado de regalarle cinco “mariquitas” de esmeraldas que lucen y hacen juego con la vestimenta de la Patrona hasta el día de hoy. Ignacio Sánchez Mejías llevó la Cruz de Guía de la cofradía por muchos años.
Otra de igual importancia es la conocida popularmente como “El Baratillo”, considerada la más torera por su cercanía a la Maestranza de Sevilla, y pertenecieron a ella diestros como “Costillares” y “Cúchares”. Otra cofradía en Sevilla es la del Cristo del Gran Poder, a la que pertenecieron “El Gordito”, “Chicuelo”, “Gallito” y en su basílica se puede ver todavía la Oreja de Oro obtenida por “Chicuelo” en su gira por México. Otra veneración muy importante fue la que tuvo Juan Belmonte hacia el Cristo de el Cachorro, misma que llevó con mucho fervor y hasta el último día de su vida.