Las personas tuvieron que dedicar más tiempo a la cocina y prestar más atención en la calidad, la sostenibilidad, la ética y la procedencia de los alimentos que consumían.
Darinel Herrera
La pandemia derivada de la propagación del virus COVID-19 sin duda vino a cambiar de manera histórica la forma en que compramos, comercializamos y producimos nuestros alimentos a nivel internacional.
La crisis sanitaria, el cambio climático y la contracción de las cadenas de suministro globales despertaron en la sociedad un interés muy particular por el consumo de alimentos locales, saludables y orgánicos,
Al momento en que gran parte de la sociedad tuvo que pasar más tiempo en casa de manera involuntaria. Las personas tuvieron que dedicar más tiempo a la cocina y prestar más atención en la calidad, la sostenibilidad, la ética y la procedencia de los alimentos que consumían.
Un cóctel perfecto de acontecimientos que han dado lugar al comienzo de la gran revolución del sistema alimentario global. Una revolucion basada y sustentada principalmente en tres pilares: la medición y reducción de la huella de carbono en transporte y en los procesos productivos (CO2 Foot Print), los alimentos basados en plantas (Plant Based Foods) y la agricultura regenerativa.
1. CO2 Food Print
Desde que se creó el primer sistema de etiquetado de la huella de carbono en 2006, la relevancia del tema ha crecido considerablemente. La ONG inglesa Carbon Trust fue la primera en ofrecer un servicio de cálculo y certificación de la huella de carbono para las marcas comerciales del Reino Unido que voluntariamente la quisieron conocer.
Mucho antes de establecer las bases de la acción climática a través del Acuerdo de París 2015 o los compromisos de neutralidad de carbono durante la COP25, esta ONG ya trabajaba por la descarbonización de la economía a través de las etiquetas de la huella de carbono.
El etiquetado de la huella de carbono empuja a las grandes marcas a reducir sus emisiones. Este sistema de etiquetas, de Carbon Trust, y de múltiples iniciativas que vinieron después, como la canadiense Carbon Counted o la suiza Climatop, tiene el objetivo de empujar a las empresas a comprometerse a reducir sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) para así hacer frente al cambio climático.-
Para lograr este compromiso de las compañías, el primer paso es calcular la huella de carbono. Para reducir las emisiones derivadas de una actividad económica, primero debemos conocer de dónde vienen y en qué fases del proceso productivo se han generado.
Después de conocer estos datos, el siguiente paso es incluir en el envase una etiqueta de los kilogramos de CO2 equivalente que se han emitido para la fabricación y transporte del producto, y establecer unos objetivos y compromisos claros para reducirlas. Con este sistema se otorga a aquellas marcas que deciden dar el paso, una ventaja competitiva ante los consumidores.
2. Alimentos basados en plantas
La alimentación basada en plantas es un estilo de alimentación basado mayormente en alimentos de origen vegetal como verduras y frutas, granos enteros y cereales integrales (como arroz integral, quinua, mijo, trigo sarraceno, cebada, etcétera), legumbres (garbanzos, lentejas, porotos), aceites vegetales, frutos secos y semillas, en vez de alimentos de origen animal y alimentos ultraprocesados.
La tendencia de alimentos basados en plantas como sustitutos de la carne representa una gran oportunidad de crecimiento para las empresas y marcas a nivel global.
3. Agricultura regenerativa
La agricultura regenerativa es un enfoque de la agricultura que devuelve a la tierra. Las prácticas como los cultivos de cobertura, la labranza reducida y las diversas rotaciones de cultivos son regenerativas porque pueden eliminar el carbono del aire y reinvertirlo en el suelo. El resultado es un suelo más vigoroso y denso en nutrientes. A medida que el suelo se enriquece, los cultivos se vuelven más sanos, lo que aumenta los rendimientos de los agricultores.
Esto contrasta con los métodos agrícolas convencionales, desde el monocultivo hasta la labranza, que despojan al suelo de los nutrientes necesarios para cultivar plantas sanas. Luego, los agricultores deben depender de insumos como pesticidas y fertilizantes para garantizar la supervivencia de los cultivos. Este sistema, que hemos adoptado durante gran parte del siglo pasado, ha llegado a un punto de rendimientos decrecientes, requiriendo cada vez más insumos simplemente para mantener los rendimientos.
Pero hay otra virtud fundamental de la agricultura regenerativa: extraer carbono del aire y colocarlo en el suelo es un medio poderoso para abordar el cambio climático. De hecho, algunos estudios sugieren que las tierras de cultivo y los pastizales podrían secuestrar más de 600 mil millones de toneladas de carbono de la atmósfera. El potencial de la agricultura regenerativa está llamando la atención de líderes, como el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y empresarios como Elon Musk, como una solución para frenar la crisis climática.
Empresas como Patagonia y Dr. Bronner’s ya se han asociado con los pioneros orgánicos del Instituto Rodale para desarrollar el sello de Certificación Orgánica Regenerativa (ROC): una indicación de que un producto promueve la salud del suelo y la gestión de la tierra, el bienestar animal y la equidad de los agricultores y trabajadores.
Sin duda, tres grandes tendencias que marcaran un antes y un después para el sistema alimentario global.