Mateo: 24, 37-44
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ”Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada.
Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.
Reflexión
Vigilia
Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt
Con este domingo comienza no sólo un nuevo año litúrgico, sino también el tiempo de Adviento. Estas semanas de Adviento tienen un doble sentido: son un tiempo de preparación para Navidad y, además, se recuerda la segunda venida de Cristo al final de los tiempos.
Adviento es, por eso, un tiempo de alegre espera en la doble venida del Señor. En los primeros días se destaca más el aspecto escatológico, es decir, la esperanza en la segunda venida de Cristo. Lo podemos verificar fácilmente en las lecturas bíblicas de hoy.
El Evangelio da hoy nos muestra muy claramente las consecuencias de nuestra decisión: unos serán aceptados, otros rechazados por Dios: “De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada”.
Nos recuerda también que nuestra muerte, así como el retorno de Cristo, serán inesperados como un ladrón en la noche, o repentinos como el diluvio. Y para ser aceptados como amigos al final de nuestra peregrinación, Cristo espera y exige de nosotros la actitud de vigilancia, tal como lo indica el Evangelio de hoy: “Estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora menos pensada”.
Esta actitud de vigilancia, atención, apertura, Jesucristo no sólo la enseñó, sino más aún la vivió: durante toda su vida terrestre, Él se conduce bajo el signo de esa vigilancia.
Su alimento es hacer la voluntad del Padre que le ha enviado entre los hombres. Pero esta voluntad no le es señalada por una revelación privada. Para Jesús, como para todo hombre, se trata de descubrir en el transcurso de los días lo que debe ser su camino.
Y éste no está fijado, no está claro para Él desde el primer día. Todo lo contrario: Jesús interroga sin cesar los acontecimientos que atraviesa, para saber en cada momento qué es lo que debe hacer. Y, reconocido su camino, Él lo sigue con fidelidad y obediencia perfectas, aunque le cueste y lo conduzca hacia la cruz.
Esa actitud de Cristo tiene que ser también la de todos nosotros. Esa actitud, esa conducta de Cristo tiene que ser también la de todos nosotros. Y entonces la vigilancia exige de nosotros:
- Abrirnos para las sugerencias y los signos de Dios;
- Descubrir tras los acontecimientos el deseo y la voluntad de Dios;
- Ser atentos y fieles al seguir ese camino por el que Dios nos conduce.
La vigilancia se entiende así como fidelidad en el momento presente. Nos atamos al pasado; nos parece importante, porque lo hemos vivido. Pero fue ayer, y hoy ya no tenemos ningún poder sobre él. Nos seduce el futuro, porque en sueños podemos formarlo a nuestro gusto. Pero no existe aún y con nada nos ocupa.
MT