Raúl D. Lorea
@ArqLorea
Los programas sociales en México, hasta antes de 2018, tenían como objetivo prioritario el abatimiento de la pobreza. Expertos en la materia, concluían que dichos programas, creados desde los años 60, lejos de buscar “abatir” la pobreza o el rezago social, únicamente servían como estrategias para administrar la pobreza.
En 2004 se creó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), con ello, la ciudadanía y el mismo gobierno tuvieron criterios para entender la pobreza, así como una metodología para su medición.
Con esos datos también se diseñaron nuevas estrategias (programas, obras y acciones) para abatir el rezago social. Llamó mi atención que la obra pública fue una de las herramientas que contribuirían a ello.
Los servicios básicos fueron esenciales para abatir la pobreza desde la obra pública: energía eléctrica, drenaje sanitario o fosas sépticas, redes de agua potable y, en segundo término, la construcción de recámaras para disminuir el hacinamiento, servicios sanitarios dignos, techos y pisos firmes, caminos para llegar a las comunidades, aulas o escuelas, etc.
Con todas estas obras, el CONEVAL fue llevando registro de los avances nacionales en el abatimiento de la pobreza. Hoy, esta institución está siendo objeto de desconocimiento de datos por parte del presidente de la República, mismos datos que arrojan el incremento de personas en situación de pobreza en nuestro país llegando ya a 61 millones de personas. El reto sigue siendo grande y las estadísticas oficiales confirman el retroceso en el rubro.