El 99 aniversario de la Constitución mexicana será el próximo 5 de febrero. Y como cada año, surgen las reflexiones y comentarios acerca de su cambio, adecuación o sustitución; como siempre, se escuchan voces autorizadas y otras no tanto, que opinan sobre este tema con más o menos acierto.
Ya en 1918 se había planteado una reforma constitucional de gran alcance, que entre otras cosas proponía pasar de un régimen presidencial a uno parlamentario. No tenía un año la Constitución, pero se predicaba su necesario cambio; y no faltarán estos días quienes nos recuerden las cientos de reformas que tiene la máxima norma. Hoy, casi cien años después, ¿por qué no proponer un cambio?
En los últimos años han surgido interesantes propuestas, entre ellas destaco las siguientes: el colectivo ‘Yo soy 132’, que postulaba la necesidad de un nuevo texto constitucional, dado que consideran el actual legitima un estado de cosas lejano de los deseos ciudadanos. En buena medida, por la misma senda se inscribe la alternativa actual que propone, entre otros, el padre Solalinde, como una ‘Constituyente ciudadana-popular’.
Desde la perspectiva académica, el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM ha presentado también su propuesta de adecuación a la Constitución queretana.
Me parece que cada propuesta debe juzgarse por los siguientes elementos que la sustenten:
- Diagnóstico de la realidad constitucional. Sustituir el texto actual debe partir de un diagnóstico de su inadecuación. No es válido partir de generalizaciones, de meras vaguedades, debe plantearse concretamente por qué no funciona, qué no funciona y cuál es la razón que justifica la sustitución y no la mera reforma.
- Sustento de la propuesta. Un fuerte respaldo de teoría y filosofía tanto políticas como jurídicas. Debe existir adhesión a una corriente de pensamiento determinado, que permita un análisis desde lo interno del texto que se presente, para verificar su coherencia. A la vez, y siguiendo las reglas de la mejor técnica legislativa, deben explicarse las grandes líneas y los principales contrastes con el texto actual.
- Coherencia con el diagnóstico. Si, por ejemplo, se coincide con quienes piensan que se requiere una nueva Constitución porque la actual legitima un modelo de dominación, entonces el texto debe buscar la mayor participación ciudadana y acotar las decisiones de gobierno. Pero si materialmente se propone, al contrario, un fortalecimiento del Poder Ejecutivo, no hay coherencia entre la enfermedad diagnosticada y el tratamiento recomendado.
Ni sugiero cambio o sustitución, ni niego su necesidad. Me limito a presentar algunas líneas para evaluar las propuestas. En todo caso, el simple hecho de que discutamos este tema, nos habla de la relevancia propia de la Constitución.
Y toda discusión sobre nuestra máxima ley, en principio es síntoma de una ciudadanía sana.
Por: Luis Octavio Vado Grajales