Actualmente, la incidencia de conductas suicidas en México no son alarmantes para las autoridades de salud, pero sí de toda la atención de quienes intervenimos en su detección, intervención y atención psicoeducativa y clínica no solo para contener éste problema, sino también para prevenir posteriores crisis. Hace 25 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró el suicidio y otras lesiones autoinfligidas como “la quinta causa de carga de enfermedad en el mundo entre los 15 y 44 años”. De acuerdo a líneas de proyección estadística, la OMS hace cálculos que para el año 2020 podrían darse 1,5 millones de suicidio en el mundo.
Por ello es importante conocer las causas y formas del suicidio para plantear estrategias de intervención que impacten en una verdadera reducción del problema. Se han hecho señalamientos de que la pobreza es un factor de riesgo frente al suicidio, sin embargo, los países ricos son los que presentan mayor tasa de suicidio. Se dice que es la estación de invierno y no el verano o primavera cuando mayor frecuencia sucede; que son los ancianos con depresión más que los jóvenes con mayor vitalidad de vida; que es la etapa y circunstancias de vida; que son la falta de fe y de valores la causa principal del suicidio; que el desamor es mortal; que las mujeres, que los hombres… pero, todo depende de las investigaciones y del espectro para dar cuenta de lo descriptivo, correlacional y lo explicativo del suicidio. La población en cada país, Entidad y localidad tendrán sus razones y causas de porqué el suicidio. Siendo más preciso, cada persona tiene su razón y circunstancia para quitarse la vida.
La coincidencia en casi todos los casos de intencionalidad o suicidio consumado son la participación de pensamientos, emociones, circunstancias disparadoras y conducta. La biología, el contexto de crianza y factores sociales son solo una plataforma base de la conducta suicida. Existe además, una idea consensuada por muchos investigadores, de que el suicidio es un acto que se construye abruptamente o paulatinamente (aunque no se identifican etapas), a partir de la idea de darse muerte a sí mismo y que casi siempre conlleva un mensaje, muchas veces oculto (no me refiero a las cartas póstumas). Esto conlleva a pensar que en el suicidio se involucran aspectos subjetivos de la personalidad de cada sujeto y, por ende, el suicidio ha resultado muy complejo entender y atender.
La subjetividad no nos refiere una causa probable de suicidio, sino la forma de cómo se va construyendo las motivaciones y las conductas ocultas, que el mismo sujeto luego no da cuenta de ellas. Quizás el sujeto llega, en su ruta de vida, a un escenario de desesperanza, de vacío existencial o de insatisfacción plena y emite ese mensaje: detenerse y salir de ruta porque nadie lo espera o lo acompaña. Ha sido abandonado.
La pobre respuesta que tienen actualmente las dependencias e instituciones de salud, al no contar con el personal suficiente y preparado para atender la problemática del suicidio, va generando un giro en cuanto las opciones que la población tiene para ser auxiliado en su salud mental. Buscan soluciones prácticas e inmediatas. Encuentran otras formas, poco comunes, no siempre profesionales, para disfrutar de la vida, para sentirse feliz. Muchas de ellas de orden económico, sexual, amoroso, químico o virtual. Pero las personas no han modificado la necesidad de contar con un otro que sirva de proveedor, persona, sociedad o gobierno.
Mucho debemos aprender, como sociedad, a generar y producir satisfactores, por nosotros y para nosotros mismos, porque el Estado parece abandonarnos y afloramos las peores debilidades humanas.
Por: Juan Carlos García Ramos, Psicólogo Clínico
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