El próximo año se habrá de conmemora el centenario de la Constitución mexicana vigente y con ello, en nuestro Estado estaremos viviendo en el segundo mes una fecha determinante, ninguna de las versiones previas llegaron a cien años, lo que es una buena noticia que marca la madurez civil de la República Mexicana.
Durante el mes de enero tomará posesión el nuevo presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica. Como es del conocimiento público este personaje gana las elecciones presidenciales declarándole la guerra comercial a México, manifestando su rechazo a hacia los compatriotas migrantes y su intención de cancelar el tratado de libre comercio. Del dicho al hecho, veremos si un mentiroso, o sé si es un tan envalentonado como se ha presentado en esa contienda.
Lo que está claro es él representa probablemente el inicio de un ajuste entre la globalización que ha prevalecido en el mundo los últimos cuarenta años y el nacionalismo, esto es, seguramente los güeros van a poner nuevos candados y condiciones, pero tampoco podrá renunciar al bajo costo de la mano de obra mexicana, ni tampoco a la enorme cantidad de inversiones norteamericanas que se encuentran en México y otras cosas más relacionadas con cuestiones comerciales, incluyendo el tráfico ilegal de drogas y de armas.
Este resorte que Trump probablemente represente, se va a expandir alrededor de la comunidad global en donde se buscará privilegiar la demanda interna y no las exportaciones, sin embargo, hoy por hoy todos la mayoría de los países enfrentan el reto de tener una balanza comercial positiva, que las exportaciones sean superiores a las importaciones. Y no hay forma de lograrlo sino se exporta, al menos que de plano se cierren las fronteras como el pasado o decidas vivir en una economía como la de Cuba.
La interdependencia comercial y tecnológica entre las naciones ya no tiene reversa. Pero lo que seguramente si va a suceder es que ésta desbocada globalización, entre en un proceso de nuevas regulaciones, ello debido a las inequidades que la misma globalización no ha logrado equilibrar entre los países ricos y los países pobres.
Durante la presente administración federal se acumulará, al cierre del 2016, un déficit en la balanza comercial superior a los 60 mil millones de dólares, lo que representa una seria amenaza para la paridad del peso contra el dólar. De no encontrar otras soluciones y continuar en la inercia creada por el presidente Peña y el Sr. Videgaray, o se viene una devaluación superior o un incremento radical en las tasas de interés.
En este contexto, México entra al año 2017 enfrentando una problemática producto de una crisis anunciada desde que se optó por vender el petróleo crudo y convertirlo en el principal ingreso exportador del país, como sucedió de la década de los ochentas. El manto petrolero que alimentó a la economía mexicana ya se sabía que se agotaría entre el 2017 y el 2018. Hoy exportamos menos del 35% de crudo que el se exportaba en 2005. Y para 2017 seguramente disminuirá a menos del 25%. En 2008 el ingreso del crudo representaba el cuarenta y pico porciento de los ingresos de la cuenta pública, para 2016 representará el 13% y para 2017 menos del diez porciento.
Y por si no fuese suficiente, la deuda interna que Videgaray alimentó y alimentó, al entrar al 2017 representa casi el 45% del Producto Interno Bruto. Un país en esa condición deja de ser atractivo para prestarle dinero.
¿Qué representan las restricciones anteriores?
Un desafío antes que nada a la madurez republicana que promete la conmemoración del centenario de la Constitución.
Las nuevas generaciones no han vivido, ni entienden lo que quiere decir la palabra crisis que los gobiernos priístas de 1970 al 2000 le indujeron al país y ahora del 2013 al 2106 la han vuelto a retomar. La principal consecuencia es la pérdida de poder adquisitivo ya que habrá inflación. El motor original va a ser el incremento en los combustibles, la presumible devaluación adicional que se tendrá para detener el crecimiento de las importaciones por una parte y por la otra, el costo del dinero se incrementará lo que seguramente va a provocar que la inversión se restringa y que las deudas de personas físicas y morales se vuelvan una pesadilla.
La salida a toda esta problemática si tiene que ver con la solución que ha puesto el presidente electo de los vecinos del norte, proteger la demanda interna. Pero para ello se requiere de una política económica muy distinta a la que ha seguido el presidente Peña de endeudar y endeudar a la nación sin un rumbo y sin un resultado en las finanzas públicas. Se requiere disminuir impuestos… ¿Cómo hacerle si las finanzas públicas están quebradas?
¿Cuál es la otra salida? Reducir el tamaño del sector público y poner la cuenta pública en positivo. Ello tomaría una transformación de todo el aparato del gobierno federal, de los estatales y municipales que tomaría tiempo, tanto que exigiría una disciplina que trascendería al próximo sexenio. Sería parte de ese reto a la madurez republicana.
La salida es retomar lo que se hizo en los ochentas una promoción masiva de exportaciones del sector privado. Generar esquemas y modelos innovadores para incentivar las exportaciones.
A nivel de las economías domésticas, el 2017 será un año en el que habrá que tener mucha cautela con las deudas, sobre toda aquellas que tienen las tasa de interés variable. Y como en cualquier crisis, habrá nichos de oportunidad, si bien la construcción va a sufrir, es paradójicamente, el mejor momento para hacer inversiones. En términos de los sectores que presumiblemente mantendrán su ritmo de crecimiento estará la industria automotriz y los alimentos procesados.
Se anticipa un año complejo en lo económico que de no actuar con firmeza y rapidez, podría deteriorar el estado de la Seguridad Nacional. Hacemos votos de esa madurez republicana prevalezca y juntos defendamos los intereses de la nación y no otros.
Les deseamos a nuestros lectores un año lleno de trabajo, de salud y de paz.