Colombia, como todos los países latinoamericanos tiene problemas de orden político, económico, social y una realidad de fantasía, tal vez, porque la capital es Macondo y las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia vuelan para ayudar a crear una mentira y a convivir con la corrupción que es peor cáncer que los políticos, la guerrilla y el narcotráfico, todos juntos, al punto que estos últimos son males menores.
Colombia es un país supremamente rico de lo contrario no existiría. Desde los tiempos de la conquista española, el otrora país del Sagrado Corazón, estaba así consignado en la Constitución, ha sido saqueado de manera inmisericorde sin que nadie se ponga colorado o rojo de la pena.
El hecho que al presidente Juan Manuel Santos se le hubiera otorgado el galardón del Nobel de la Paz, en lugar de congraciar al pueblo y sus dirigentes fue más bien un motivo de requerimientos enojosos, por no decir que envidiosos porque se llegó a decir que la distinción había sido comprada.
El Acuerdo de paz que firmó la insurgencia de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Gobierno es un hilo muy delgado que en cualquier momento puede reventarse porque de parte y parte hay una minoría con poder interesada en que ello no se consolide y para ello cuenta con ‘idiotas útiles’ que hacen hasta lo imposible para generar zozobra y malestar.
El Gobierno ante la necesidad de enfrentar el proceso y lograr la consolidación de la misma se comprometió a subsidiar una serie de obras para que el posconflicto fuera viable de principio a fin y al ver que no le alcanzaba lo donado por la Unión Europea y otros países acudió a una reforma tributaria que entró en vigor el primer día del 2017.
La cascada de impuestos tiene su razón de ser, lo equivocado es que el recaudo seguramente pasará a manos ’non santas’ con lo que la situación seguirá desigual o peor para los menos favorecidos.
Hospitales, clínicas y establecimientos de estudio se han visto afectados porque los recursos no aparecen por los malos administradores y si llegan son de irregular calidad o fuera de tiempo con las consabidas consecuencias desastrosas.
La corrupción campea por doquier; niños y ancianos son las principales víctimas y no obstante las constantes denuncias, no hay sanciones ejemplarizantes lo que motiva a los delincuentes a seguir con su labor porque los malos tienen mejores herramientas para dilatar procesos y así obtener vencimientos de términos tras lo cual salen libres a disfrutar el botín y a preparar su ‘próxima pesca’ sin ninguna clase de remordimiento.
Sí se quiere bajar gastos el Gobierno puede por ejemplo reducir de dos a una las cámaras del poder legislativo y reducir el gabinete presidencial porque es notoria la cantidad de empleados que sobresalen por no hacer nada.
Además hay tres situaciones que ayudaron a aumentar la crisis que ha vivido Colombia en el último año como es la crisis del petróleo que mermó las divisas y que obligó a reorganizar tareas que se iban a cumplir de acuerdo con un cronograma; los casi 500 mil connacionales o más que se regresaron de Venezuela al país por la depreciación de la moneda, la falta de recursos y trabajo y la alta tasa de criminalidad.
Finalmente el escándalo Odebrecht destapó otra corrupción más y parece por el momento la cereza del helado, donde se conoció en la última semana que el excandidato presidencial Oscar Iván Zuluaga, , enemigo de todo lo que huela a Gobierno y eco de Álvaro Uribe Vélez está involucrado en menor o mayor grado.
La descomposición social de la justicia es un factor que obliga actuar antes que nos vayamos todos por el retrete. En días pasados un individuo con apellidos rimbombantes violó y asesino una niña de siete años, sus hermanos que obstaculizaron la investigación consiguieron, por el momento, que no le quitaran el pasaporte y que una asesora del fiscal de la Nación de manera inverosímil cambiara los conceptos por los que eran incriminados.
Curiosamente la misma funcionaria había dicho, cinco días antes, que los implicados merecían un castigo superior a los 16 años y cercano a los 60 años. El Gobierno la destituyó.
A lo anterior hay que agregar que solo se consiguió un acuerdo de paz con las Farc pero falta negociar con el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y las bandas criminales para completar el proceso, algo que será dispendioso pero no difícil de conseguir porque los colombianos somos una raza acostumbrada a enfrentar grandes retos por difíciles que sean y derrotarlos. Solo es cuestión de tiempo y paciencia.
Por: Pedro L. Jáuregui Ávila
