La vida moderna es complicada aquí, allá y en todas las naciones, regiones y ciudades, especialmente en aquellas donde tiene lugar el fenómeno de la migración, extranjera o nacional; la creciente necesidad de mayor rapidez humana y de bienes, y la carrera vertiginosa por la generación de empleos y de infraestructura. Desde el momento en que las ciudades dejan de ser pequeñas comunidades o pueblos y dan el giro hacia modernidad, han rebasado las creencias y las tradiciones de sus pobladores.
Enfrentamos un problema extraordinario en las zonas urbanas modernas: comprender la interacción de los factores de una sociedad compleja y su coordinación ante la nueva era que la humanidad del desarrollo tecnológico, el consumismo y la concentración de más y más personas en las zonas
metropolitanas.
Los gobiernos deben adaptarse y enfrentar los retos sociales que les tocan y no aventarlos hacia el futuro. Las instituciones deben remodelarse o quizás transformarse. El desplazamiento de las personas y de sus bienes es uno de los mayores retos metropolitanos. El siglo 20 dejó una herencia monstruosa, cuando en 100 años evolucionó a gran velocidad la industria automotriz, cambiando las factibilidades de movilidad dentro de las ciudades y entre ellas mismas. La vida para quien nació después del invento del automóvil pareciera estar en función de tener uno o no tenerlo.
¿Para cuántos de los jóvenes de las sociedades modernas uno de sus primeros deseos fue tener un auto? Sus primeros ahorros y esfuerzos familiares se dedican a ello.
El reto en una sociedad como la mexicana, en donde la marginación económica, que es uno de los factores sociales a los que se hace referencia, deja fuera a más de la mitad de la población de ese sueño. Por tanto, estamos luego ante una forma de marginación, la de la movilidad, sobre todo si los gobiernos insisten en privilegiar el uso del automóvil.
En la zona metropolitana de Querétaro, distintos estudios indican que menos de 35 por ciento de la población se desplaza en automóvil.
¿Cuál es el reto? ¿Hacer más vialidades para que los que tienen auto puedan movilizarse más rápido? ¿Expandir territorialmente la ciudad? ¿Cambiar las condiciones para que los otros ciudadanos que andan a pie, o en transporte público, tengan mejores condiciones de desplazamiento? El reto es encontrar el equilibrio.
La ciudad de Querétaro, en los últimos 40 años, ha reducido a una tercera parte la cantidad de habitantes por kilómetro cuadrado, pero ha cuadruplicado su población.
Hoy los gobiernos municipal y estatal tienen, ante sí, el reto de hacer de estos tiempos un punto de inflexión o dejarlo al que sigue. La zona metropolitana de Querétaro se ha expandido, sí, ha generado una enorme cantidad de nuevos fraccionamientos y de parques industriales, también, pero con una peligrosa omisión: la movilidad de sus habitantes.
Los actuales gobiernos del estado, de Corregidora y del municipio de Querétaro han iniciado esa difícil ruta de provocar un punto de inflexión.
Se encuentra en proceso la construcción de un carril exclusivo para el transporte público sobre avenida Constituyentes y en otras avenidas, que habrá de ordenar la circulación y la rapidez del servicio de cuatro de cada 10 ciudadanos que se trasladan en este medio. Se ha anunciado que próximamente se instalarán parquímetros en el Centro Histórico que pondrá orden al uso de un espacio que hoy unos cuantos monopolizan, y lo hará más justo y más equitativo para todos quienes quieran ir al Centro Histórico.
En breve, iniciará el servicio de bicis compartidas, con lo cual se va a proporcionar una alternativa de movilidad a todos, incluidos los que tienen automóvil y lo que no lo tienen y que también pondrá orden para que aprendamos a convivir juntos, los ciclistas y los automovilistas; entre otros proyectos, ha iniciado el servicio de transporte escolar gratuito, que si bien no es posible que sea para la totalidad, sí deberá contribuir al orden del tráfico en las entradas y salidas escolares.
El problema es que en esta interdependencia de factores sociales se encuentran las distintas ideologías e intereses de grupos sociales, que, por momentos, son antagonistas hacia cualquier cosa que hagan o dejen de hacer los gobiernos. Las tendencias tecnológicas han dado lugar a una nueva generación a partir del invento del ‘mouse’.
Estas nuevas generaciones están expuestas a verdades, pero también a mentiras; las redes sociales y el Internet se han convertido en dos componentes tecnológicos que afectan, para bien y para mal, la convivencia entre ciudadanos y Gobierno. Quizás el fenómeno emergente de mayor impacto sea el que las personas hoy puedan expresarse y hasta desahogarse, a veces con una verdad, a veces con una mentira y hasta escondidos, con frecuencia, en sobrenombres.
De tal forma que, cuando hoy los gobiernos anuncian cualquier cambio, ha surgido una intolerancia irracional por parte de distintos sectores de la población, que les ha llevado a vandalizar las acciones que los gobiernos intentan. Y eso no está bien y es peligroso.
La distorsión de las percepciones es uno de estos factores interdependientes, y es preciso que cada una de las partes haga su chamba.
Si queremos marchar hacia el futuro, debemos ser una sociedad ordenada que respete las bases la civilidad, en el contexto del modernismo complejo del siglo 21 y, por tanto, informar, el gobierno, pero también como ciudadanos, antes de asumir una postura, el de informarnos.
La movilidad es un reto que los gobiernos de la zona metropolitana están intentando afrontar y, con ello, establecer nuevas condiciones que den lugar a un punto de inflexión en el orden y en la eficiencia de los servicios públicos de los que todos somos usuarios, pero pensados, justamente en todas y todos los ciudadanos… y no solo en los automovilistas.