Tu corazón comienza a latir a gran velocidad. Sientes un malestar en el estómago. Tus palabras evitan salir y, en consecuencia, tu mente se queda en blanco. Todo ello ha pasado en un período de cinco segundos; en cambio, para ti ha sido toda una eternidad. Recuerdas esas frases que has leído en libros y cursos, en los que te dicen que el miedo no es para tanto, que todo está en tu mente y que cambiando tu fisiología (postura corporal) y tus representaciones internas (creencias) se consigue superarlo. Finalmente, te das cuenta de que lo que mejor funciona es preparar hasta el más mínimo detalle de la presentación, enfrentarte al auditorio con una actitud positiva y sin miedo a cometer errores. Consiguiendo así un aprendizaje continuo y mejorando día a día.
Llegada la situación de querer dar un paso más allá y mejorar en tus presentaciones, el siguiente paso es hablar con entusiasmo y energía ¿pero, cómo se consigue esto?
Primero, tienes que hablar de un tema que te apasione, sea un producto, proyecto o negocio. Difícilmente podrás contagiar entusiasmo si tú mismo no estás apasionado o no crees en ello. En segundo lugar, crear un ‘storytelling’, es decir, elaborar una historia para que tu presentación conecte con la audiencia que te va a escuchar. Interactuar con el auditorio, esto te ayudará a crear una unión con el público, conocer sus preocupaciones, resolver sus dudas y compartir tus conocimientos con ellos. Difícilmente podrás estar hablando con entusiasmo y energía durante toda tu presentación si tu público ha desconectado o está durmiendo.
Recomiendo compaginar con materiales audiovisuales, esto ayudará a conectar con las emociones de tu auditorio, hacer tu explicación mucho más amena y conseguir que el aprendizaje sea mayor.
Cada persona tiene un estilo, una manera de pensar y actuar. Sé tú mismo. Como dijo Marguerite Yourcenar: “Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón”. Aplica estos consejos en tus presentaciones para mejorar su resultado. Está en ti tomar acción.