El concepto de resiliencia tiene que ver con el futuro del ecosistema urbano bajo la perspectiva de las ciudades inteligentes.
Trabajar en la construcción de ciudades resilientes ante los retos medioambientales, demográficos, aplicando la tecnología a sus edificios, a la gestión de la seguridad, la energía y la movilidad sostenible, debe ser una prioridad para las zonas urbanas.
El objetivo de la resiliencia en las ciudades es garantizar que puedan resistir y recuperarse rápidamente de sucesos catastróficos producidos por causas naturales o humanas. Pero, ¿cómo conseguir que una población sea resiliente?
En su programa de perfiles de ciudades resilientes, Naciones Unidas establece pautas para que una urbe sea considerada como tal, tareas esenciales para la conservación del hábitat natural, como la protección de los ecosistemas y barreras naturales o la revitalización de los ríos.
En México se cuenta con la red de ciudades de este tipo, a través de la Secretaría de Gobernación (Segob), la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) y ONU-Hábitat, cuyo objetivo es apoyar a los gobiernos locales a desarrollar capacidades en resistencia, adaptación y recuperación, de manera eficiente, ante los impactos de desastres naturales, económicos o sociales.
Con un 50 por ciento de la población mundial viviendo en ciudades, y con una proyección de crecimiento sustancial de la población urbana para las próximas décadas, existe la necesidad de contar con nuevas herramientas que fortalezcan a los gobiernos locales y ciudadanos.
De esta manera, se tendrá una mejor protección de los recursos humanos, económicos y naturales, incluyendo una mejor planificación urbana, haciéndola más segura, habitable y sostenible.
Gracias a la innovación y la tecnología, las ciudades inteligentes serán también resilientes, porque estarán preparadas para afrontar cualquier cambio, se sabrán adaptar a él e, incluso, predecirlo sin que la calidad de vida se vea comprometida.