Condenar la corrupción ha sido una antigua batalla del papa Francisco, que ha retomado en sus recientes viajes. Pero, ¿la valentía para denunciar este mal social basta para que la corrupción desaparezca?
1. La raíz de la corrupción. En el vuelo de regreso a Roma, después del viaje apostólico a Chile y Perú, durante la tradicional conferencia de prensa, Francisco habló de la corrupción. “Sí, en Latinoamérica hay muchos focos de corrupción. Ahora está de moda hablar de Odebretch”, dijo en referencia al gran escándalo de corrupción en Brasil. “Pero eso es un botón de muestra”, señaló.
Explicó el pontífice que el origen de la corrupción se encuentra en el desorden interior de cada persona, conocido como “pecado original”, y mencionó que hay una gran diferencia entre un pecador y un corrupto. El pecador comete faltas, pero las reconoce y pide perdón. En cambio, el corrupto no acepta sus pecados, y por eso no puede cambiar.
2. La corrupción afecta no solo a los políticos de mundo. Este triste fenómeno está presente no solo en el ámbito gubernamental, sino también en la esfera privada, en la que nos movemos la mayoría de los ciudadanos.
El papa puso dos ejemplos: el de un empresario y el de un ama de casa. “El empresario que le paga la mitad a sus obreros es un corrupto. Y un ama de casa que está acostumbrada y cree que es lo más normal explotar a las mucamas, sea con el sueldo o sea con el modo de tratar, es una corrupta, porque ya lo toma como normal”, ilustró el pontífice.
Epílogo. La corrupción siempre acompañará al hombre, porque procede de su propio interior, que está herido por el mal. Sin embargo, la redención predicada por la Iglesia es capaz de evitar que los pecadores nos convirtamos en corruptos.
Por eso, aunque siempre habrá gente inmoral, la práctica sincera de la religión es una herramienta para que las personas y la sociedad podamos salir de la actual cultura de la corrupción, porque nos ayuda a reconocer las faltas cometidas y a pedir perdón.