Laura Casados
La semana pasada tuve la oportunidad de ver una película con grandes lecciones, en la cual abordan la vida de 10 personas con discapacidad intelectual y las dificultades a las que se suelen enfrentar en su día a día. Además, nos ofrece una visión de cómo la sociedad ha excluido e incluido a dichas personas en la actualidad.
Me refiero a ‘Campeones’. Dicha película se estrenó en España en abril del año pasado y en México a principios de enero de este año. Ha sido elegida para representar a España en la próxima entrega de premios Oscar, ya que ha destacado por su visión de ternura y amor hacia el mundo de la discapacidad, que lejos de hacerlos ver como los pobrecitos, hace ver a los protagonistas como personas con ganas de salir adelante y lograr su objetivo de ser ‘campeones nacionales’.
Palabras como subnormales, mongoles, tontos, retrasados, locos y chavos con fracaso escolar, no son normales y muchos otros términos despectivos se dieron a conocer a lo largo del filme. Los últimos siguen en la actualidad mal utilizándose. La parte más interesante es que son ellos mismos quienes le hacen saber a la gente que no son nada de eso que se ha creído durante tantos años, y son ellos quienes se dan a respetar tanto por medio de sus palabras como de sus acciones, ya que de nada serviría si se dice sí quiero, pero al mismo tiempo me duele y prefiero que tú me lo hagas; no estaríamos siendo congruentes.
Lo que aparenta ser un reto imposible debido al desconocimiento del entrenador resulta ser una gran lección de vida tanto para él como para el equipo, como lo comenta el director Javier Fesser. “La inocencia que destilan todos los actores, su falta de prejuicios, esa limpieza tan infantil, de mirada y de alma… Tenía la sensación de estar trabajando con niños, pero no porque fueran inmaduros, sino por la madurez que hay que tener para convertir cada pequeño reto del rodaje en algo ilusionante”.
Nos enseña a cuidar nuestro lenguaje y reflexionar sobre la discapacidad, el miedo a tener un hijo con dicha condición y a nunca tirar la toalla, por más complicada que pueda ser la discapacidad con la que se esté tratando, porque esa persona jamás la tirará.