En la universidad es imperioso orientar los programas educativos a la importante labor de humanizar a la humanidad. Esta expresión nos remite a Seneca, quien en Sobre la ira escribe “…mientras vivamos, mientras estemos entre los seres humanos, cultivemos nuestra humanidad.” La formación universitaria debe fomentar el desarrollo del razonamiento moral crítico, máxime en un mundo donde prevalece entre muchos jóvenes la idea del relativismo como forma de vida normalizada. Para el logro de una sociedad mucho más justa para todos, más humana, es esencial que todo profesional sustente su práctica en la ética y que realice su labor profesional desde el sentido humano. El desarrollo de la ética en tanto filosofía crítica de la moral es importante para este propósito.
Las teorías éticas problematizan la moral y esclarecen, delimitan y ayudan a la mejor comprensión de la vida humana. Pero saber ética en este sentido no es suficiente. Es necesario el desarrollo del razonamiento moral, aquel del que echamos mano todo el tiempo y que se expresa en las acciones que llevamos a cabo. ¿Qué hacer en el ámbito educativo universitario para lograr que los sujetos morales actúen desde el respeto a los derechos y a la dignidad de todos los seres humanos? Esta pregunta es propia de las universidades que han reconocido la necesidad de orientar sus esfuerzos a la importante labor de humanizar a la humanidad. Sabemos que la enseñanza de la ética en tanto suma de conceptos y teorías puede ser muy interesante. La labor docente comprometida y de calidad y la creación de espacios pertinentes y bien diseñados para tal propósito es esencial.
Pero sabemos también que pueden no ser suficientes para el desarrollo de la conciencia y razonamiento moral. ¿Cómo lograr que para los estudiantes sea realmente significativo el asunto de lo moral y lo ético, y sobre todo el de la actuación moral crítica en el día a día? He aquí un reto fundamental para la educación universitaria contemporánea.