Me es inevitable reflexionar sobre esta fecha, que mientras más “crecemos” menos importancia le damos.
Este 30 de abril me tocó ver por la calle niños que no tuvieron clases, niños contentos, niños disfrazados, niños con juguetes, esa alegría inocente que perdemos con el paso del tiempo.
Ahora como adultos nos toca “celebrar” el día del niño de otra manera, cada quien desde su perspectiva, buscar la forma de hacer felices al menos a los niños a nuestro alrededor, creo que no hay quien no pueda contribuir al bienestar de nuestros infantes.
Recuerdo mucho la ponencia del Alcalde de Pontevedra, España, Miguel Anxo Fernández Lores, en su visita a Querétaro, quien habló de por qué su ciudad tiene tantas bondades peatonales, ahí es donde dijo algo que me marcó y creo que debería ser el criterio aplicado en cualquier proyecto: diseñar para los niños.
Con lo anterior, enfatizó que si un espacio público es seguro para la niñez, es seguro para todos. La conmemoración del día del niño, no es solamente dar dulces y juguetes, es también reflexionar sobre qué nos toca hacer en lo individual para mejorar el ambiente de nuestra niñez, a todos nos duele el sufrimiento de la niñez, pero en realidad ¿estamos haciendo algo por ellos?
Hay mucho activismo, recientemente quienes han destacado por su labor son las Ambientalistas de Querétaro, quienes han alzado la voz para proteger a los árboles urbanos de nuestro Querétaro, ellas (en su mayoría mujeres) buscan dejar un legado, probablemente no sólo para los niños, sino más bien pensando en que este mundo sólo es nuestro temporalmente, la vida es corta y debemos pensar en las siguientes generaciones.
Desde el ámbito del urbanismo y el espacio público, considero muy importante tomar en cuenta todo tipo de criterios, privilegiando a la niñez, a las mujeres, las personas con discapacidad y a la tercera edad. Estoy seguro de que lo que logremos para beneficio de ellos es benéfico para todos.
El espacio público evoluciona lentamente y no me es posible predecir a dónde se dirige, lo que sí le puedo decir, amable lector, es que debemos actuar y trabajar por nuestros niños como un silencioso pero permanente regalo para su felicidad y prosperidad.