José Luis Oliva
Querida lectora, es el corazón el que visita los lugares, el saber escucharlo es el secreto del verdadero turismo. Si lo sabes hacer, al recordar el viaje él corazón te volverá a cantar, es más, cada vez lo hará más claro. ¿lo escuchas? Manda tus cardiacas historias y se publicaran de manera anónima. [email protected]
Este año nuevamente los dos últimos lunes de julio ocurre la fiesta indígena más grande del país, diez días de coloridos bailes y fiestas. Cada año rompe racords de asistencia, el año pasado mas de 132,000 turistas lo disfrutaron. ¡Imperdible experiencia!
- El poder de la piña. Si me lo hubieran dicho hace 5 años me hubiera muerto de risa, “es una historia loca, imposible” hubiera dicho. Pero si fue posible, trabajo en los estudios de danza “Pinneapple” en Londres, en un taller de danza oaxaqueña, ya llevo tres años acá. Soy de Tuxtepec Oaxaca, en el 2013 además de bailar la “danza de la piña” en la Guelaguetza (esa era la tercera vez) participe en el concurso de la “Diosa Centeotl”, no gané, pero ahí “me echo el ojo” el que ahora es el padre de mi hijo y del que viene. El tampoco es inglés es un bailarín Maori (de Nueva Zelanda) que también trabaja aquí. ¿Verdad que es una historia loca?
- Mejor que Moby. Antes de entrar a la carrera, nos fuimos el “clan de las cinco” a la Guelaguetza, fue mucho más de lo que esperábamos. Yo pensé “un espectáculo de cuatro horas de bailables indígenas no va a ser divertido” Fue todo lo contrario, en realidad todo el público bailábamos y nos emocionábamos, nunca he vuelto a sentir nada igual, los conciertos de Moby son segundo lugar, pero de lejos el “lunes del cerro” se lo lleva. Y si aquí vamos este 2019 las mismas cinco locas a festejar que terminamos la carrera.
- De mil colores. Son cientos de gentes bailando por las calles con comparsas supercoloridas en el mero centro de la ciudad de Oaxaca, este desfile es el domingo anterior al “lunes del cerro” a mi fue lo que más me gusto, soy noruega y tan solo ver a alguien bailar en las calles es para mí algo exótico, ver grandes grupos de gente, cada uno con su banda musical, con su propio disfraz y su baile, fue un verdadero alucine para mí.