Gran polémica se desató el pasado fin de semana en el ‘Coso Venteño’ dentro de la llamada “feria de Otoño”
Juan Carlos Sámano
Gran polémica se desató el pasado fin de semana en el ‘Coso Venteño’ dentro de la llamada “feria de Otoño”, con relación a la cantidad de castigo que un toro debe de recibir durante el primer tercio de la lidia. Los aficionados puristas de las Ventas, criticaron en demasía la decisión de Miguel Ángel Perera por el poco castigo que se propinó, a través de aplausos de protestas y chiflidos, argumentando que no se podía observar en plenitud la bravura de los astados de su lote.
Vale la pena recordar que esta práctica de aquilatar la bravura del toro en el caballo data desde los orígenes del toreo, ya que en ese entonces, no existía una lidia como tal, sino que solamente se picaban para posteriormente ser pasaportados por el diestro. Sin duda alguna, es algo extraordinario para los aficionados el ver cómo un toro se arranca de largo para meter la cabeza en el peto y empujar con los “riñones” mientras el picador le propina el castigo.
Sin embargo, eso ya no es muy visto por lo menos en México, por lo que allá en España todavía se exige colocar al toro a distancia razonable para que acometa al caballo hasta en dos ocasiones. Es un hecho que los del castoreño actúan bajo las órdenes del matador, es por ello que la cantidad de castigo depende del diestro y las condiciones que el astado presente.
Es por ello que Miguel Ángel Perera optó por racionar dicho castigo con la finalidad de que sus enemigos llegaran un poco más enteros al último tercio y sobre todo poder tener más opciones de triunfo en una importante tarde.
Tal fue el caso con Portugués de Núñez del Cuvillo y quinto de la tarde, un toro que de salida no prometía mucho pero a raíz del poco castigo recibido le permitió romper para bien mostrando clase, recorrido, nobleza y bravura durante la faena de muleta. Condiciones que se hubieran visto mermadas en caso de haberse aplicado un castigo mayor, y que a la larga a través de esas buenas condiciones mostradas tuvimos otra opción para poder apreciar su bravura.
Creo que estamos ante una circunstancia que surge producto de la misma evolución que la fiesta de los toros está teniendo, cambios que de entrada no pudieran ser vistos con buenos ojos, pero que tendremos que aprender a observar de otra manera. Lo importante en este caso, es que la bravura y la casta no desaparezcan, independientemente de las diversas maneras en que las podamos apreciar