No soy uno de esos tontos nerviosos que creen que los candidatos demócratas no deberían soñar en grande y vendernos ideas grandes
Charles M. Blow
No soy uno de esos tontos nerviosos que creen que los candidatos demócratas no deberían soñar en grande y vendernos ideas grandes y transformadoras. No soy uno de esos que creen que los demócratas deberían negociar entre ellos, antes de enviar una propuesta, de tal modo que presenten solo medidas a medias incrementales en aras de la practicidad y la capacidad percibida para implementarlas.
“Soñar en pequeño” mata los sueños. En mi opinión, es una forma de perder las elecciones. “Tengo políticas pusilánimes que puedo lograr que apruebe un Congreso que suele desdeñar todo” no es un mensaje motivador.
Los demócratas moderados quieren avanzar poco a poco hacia el éxito; yo estoy abierto a las ideas ambiciosas de los demócratas más progresistas. Los conservadores nunca van a darles palmaditas en la espalda por su moderación.
Dirán que cada una de sus propuestas es un empujón más hacia el apocalipsis, el fin del ideal estadounidense, un evidente deslizamiento hacia el socialismo.
Si comienzan con ideas más grandes, es probable que cualquier concesión que se haga dé como resultado un punto medio; si lo hacen con ideas medianas, es probable que las concesiones hagan que sus ideas terminen transformadas en propuestas de derecha diluida. Eso no me parece aceptable.
Así que les digo a los demócratas: denme sus ideas más grandes y atrevidas. Casi ninguna de ellas será una política que pueda instituirse mediante una acción ejecutiva.
Casi todas requerirán actos del Congreso, y es probable que el Congreso produzca algo tremendamente diferente de lo que ustedes hayan propuesto, si acaso llegan a promulgar algo.
En cambio, esas propuestas son declaraciones de principios, enmarcan sus metas y esbozan una visión.
La visión es la clave. Si su única visión es lo que creen que pueden conseguir que se apruebe, se han vuelto incapaces de percibir los deseos del corazón liberal, del corazón estadounidense, el deseo del país de aspirar a la grandeza y alcanzarla.