Esta es una entrevista, editada por motivos de espacio, con Philip Yancey, un autor cristiano evangélico
Nicholas Kristof
Bienvenido al artículo más reciente en mi serie ocasional de conversaciones sobre el cristianismo. Esta es una entrevista, editada por motivos de espacio, con Philip Yancey, un autor cristiano evangélico que tiene más de 15 millones de libros impresos en más de cincuenta idiomas.
Kristof: ¡Feliz Navidad! Y déjame comenzar preguntando sobre esa primera Navidad. ¿Crees en la virgen que dio a luz? ¿No parece una de esas fantasías que la gente cuenta para exagerar la importancia de un suceso?
Yancey: La pregunta me hace sonreír. Hace cientos de años, el nacimiento virginal se consideraba tan importante que estaba en la lista de los cinco “elementos fundamentales de la fe cristiana”. Actualmente, con la fertilización “in vitro”, los nacimientos virginales no son novedad. Para mí, el asunto no se centra en la mecánica de la reproducción, sino en la naturaleza de Jesucristo. Mediante la encarnación, el espíritu de Dios vino a la tierra en forma humana. No puedo ni suponer cómo es que la divinidad interactuó con el ADN humano, pero ese es el misterio al que apunta el nacimiento virginal.
K: Entonces, ¿ya no es tan importante? ¿Puedo decir sin duda que dudo del nacimiento virginal sin susurrar?
Y: Solo es importante si crees que Jesucristo es el hijo de Dios, como lo hace la mayoría de los cristianos. Si no, tienes un misterio distinto: ¿cómo el hijo de dos simples aldeanos terminó cambiando la historia más que cualquiera que haya nacido antes o después?
K: ¿No es posible admirar el mensaje de Jesucristo en el Sermón de la Montaña sin creerse los milagros? ¿Por qué no podemos suscribirnos al mensaje de amor de Jesucristo mientras dejamos de lado los momentos en que caminó sobre el agua, multiplicó el pan y el pescado, y resucitó a Lázaro de entre los muertos?
Y: En efecto, puedes admirar solo el mensaje, y muchas personas lo hacen. No sé de nadie que haya tratado de seguir de manera más esmerada el Sermón de la Montaña que Mahatma Gandhi, un hindú. ¿Pero acaso perdemos algo si ignoramos o rechazamos los milagros? Creo que sí. El Evangelio de Juan los llama “señales”. Representan algo sobre un Dios que quiere renovar la creación para que los ciegos vean, los cojos caminen, los hambrientos coman y los muertos resuciten.