El tema elegido para esta ocasión está relacionado con ese término que muchos aficionados hemos escuchado en repetidas ocasiones
Juan Carlos Sámano
El tema elegido para esta ocasión está relacionado con ese término que muchos aficionados hemos escuchado en repetidas ocasiones y que, a decir de los entendidos, es el que le da la esencia al toreo y le ha permitido su continuidad a través de los siglos y hasta nuestros días, y me refiero al concepto de ‘verdad’.
Entendamos que la ‘verdad’ supone la concordancia entre aquello que afirmamos, con lo que se sabe, se piensa o se siente. De ahí que también puede abarcar valores tan importantes como la honestidad, la sinceridad y la franqueza. Recordemos que la esencia de la fiesta de los toros es el enfrentamiento entre la fuerza y bravura de un toro contra la inteligencia y valor del ser humano, en otras palabras, la vida contra la muerte, y que más verdad que esto.
No es un secreto que la fiesta de los toros ha perdido credibilidad y esto se refleja en los tendidos de muchos cosos que únicamente se ven poblados al llamado de una figura, principalmente internacional.
También habrá muchos aficionados que atribuyan las escasas entradas a factores como el hecho de que ya hay más espectáculos a los que la gente tiene acceso o a que se ha perdido ese eslabón generacional en donde el abuelo llevó al papa y el papa al hijo a los toros, pudiera ser, pero lo que sí es un hecho es que faltan tardes de peso, tardes de valor que nos hagan recordarlas por mucho tiempo por la relevancia de la misma.
Para esto, retomo un texto del libro ‘Crónicas de ‘El Quinto’’ del queretano Carlos Septién García, cito textual: “el lenguaje es para el escritor lo que el toro es para el torero: la materia rebelde que su genio y técnica han de dominar para crear su obra de arte. Con frases triviales o con palabritas melosas se pueden hacer versos bonitos, pero no bellos.
En la misma forma que con toros chiquitos se pueden lograr faenitas que pueden ser hasta hermosas, pero siempre miniaturas”.
Con ello me refiero a una de tantas ‘verdades’ que deben de reflejarse en cada tarde de toros como elementos imprescindibles, verdades en el actuar, en el decir y en el hacer de todos los involucrados en esta bella fiesta, con la finalidad de que resurja, tome fuerza y perdure por mucho más tiempo sirviendo de regocijo para el aficionado, así como fuente de inspiración para un sin número de expresiones culturales y artísticas.