Mientras que el mundo esta alerta por una posible pandemia de coronavirus, en Colombia las autoridades están demoradas en establecer controles para evitar la propagación de la enfermedad
Pedro L. Jáuregui
Mientras que el mundo esta alerta por una posible pandemia de coronavirus, en Colombia las autoridades están demoradas en establecer controles para evitar la propagación de la enfermedad en el territorio, y que fue detectada en un mercado de mariscos en Wuhan, provincia de Hubei, una ciudad de 11 millones de habitantes en China.
La razón principal, para no establecer los controles es porque no se han dado los mecanismos para que los corruptos se queden en un alto porcentaje, con los recursos que se dispongan para prevenir la propagación de la enfermedad. Doloroso, pero cierto.
La corrupción es el peor flagelo que tiene el país y sus habitantes son conscientes de ello, pero la gran mayoría la acepta. Por eso es normal que familias abandonen sus viviendas, por el miedo ante las amenazas de quienes insisten en controlar el territorio donde viven sin que el Gobierno haga algo por protegerlos.
Es una historia que se ha repetido muchas veces, porque no es un misterio que si no se retiran pueden ser masacrados, extorsionados y sus hijos reclutados por los diferentes actores del conflicto.
La situación es tan crítica que más de 180 excombatientes de la guerrilla de las FARC han sido asesinados y otros, cerca de 140, como los que se encontraban en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Román Ruiz también tuvieron que desplazarse.
Los afectados han pedido que no se le asigne asistencia de la Fuerza Pública porque no le brindan seguridad, toda vez que la solución militar nunca ha dado resultados positivos para las comunidades y han solicitado crear un cerco humanitario en la región del Cañón del Inglés, municipio de Ituango, departamento de Antioquia, con acompañamiento social y presencia permanente de las misiones de verificación de Naciones Unidas, Cruz Roja Internacional y Defensoría del Pueblo. Es tanto el desprecio por el orden, que la Corte Suprema de Justicia está al borde del abismo porque no ha podido elegir a sus dignatarios de las siete plazas que tiene vacantes.