Parece ser que nuestra última esperanza para que realmente haya un cambio en esta materia, será el T-MEC y la presión que ejerzan nuestros socios comerciales
Abel Mejía
Para nadie es secreto que la corrupción es uno de los grandes cánceres, si no es que “el” cáncer, de este país. Muchos gobiernos nacionales han prometido que cambiarán la situación, llevando a cabo un combate frontal contra esta herencia maldita del pasado y prometiendo que ellos serían diferentes. La actual administración del presidente AMLO y su 4T lo prometieron igual que los anteriores, supieron venderles la promesa a los mexicanos mucho mejor que otros movimientos políticos (en gran parte a eso se debe su aplastante victoria electoral en 2018), pero – desafortunadamente- están fracasando igual o peor que las administraciones anteriores.
Parece ser que nuestra última esperanza para que realmente haya un cambio en esta materia, será el T-MEC y la presión que ejerzan nuestros socios comerciales para que cumplamos los compromisos que en la materia asumimos dentro de dicha plataforma jurídica. A diferencia de otros tratados comerciales, en el T-MEC se incluyó un capítulo, el 27 específicamente, que contiene diversas medidas y compromisos para las tres partes en materia de lucha anticorrupción. En general este instrumento obliga a los firmantes a adoptar nuevas y más robustas normas legislativas y administrativas anti-corrupción, promover organizaciones y campañas anti-corrupción, reclutar y capacitar oficiales públicos con ciertos protocolos para buscar blindarlos de la corrupción, e incrementar la cooperación transfronteriza y entre autoridades sobre el tema.
Una vez más, los más optimistas entre nosotros podríamos pensar que nuestros amigos en Canadá y en E.U.A., al incluir estos temas en el T-MEC, estaban preocupados por la sociedad mexicana y los lastres que genera sobre la misma la rampante corrupción en la que nos vemos sumergidos, v.g. despilfarro de recursos, enriquecimiento de políticos a diestra y siniestra, ineficiencia en la dispersión de apoyos a los grupos más vulnerables, debilitamiento de nuestras instituciones de impartición de justicia, incentivos para el crimen organizado, etc. Pero habrá otros malpensados que considerarán que la razón de porque nuestros socios comerciales impulsaron estas medidas, es porque claramente reconocen que (i) la corrupción es una amenaza para su seguridad nacional porque los grupos terroristas, de narcotráfico y crimen organizado encuentran tierra fértil en la misma, y (ii) la corrupción es una amenaza para sus compañías que busquen hacer negocios en México, pues distorsiona el mercado en favor de quienes no juegan bajo las reglas de legalidad y reduce la productividad y competitividad de todos los participantes económicos en general.
Es verdad que México ya es parte de varios instrumentos internacionales que buscan compartir la corrupción. Ejemplos hay muchos, como lo serían la Convención Interamericana contra la Corrupción, Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, Convención Anti-cohecho de la OCDE, cuyos resultados distan mucho de lo que se hubiera querido. ¿Por qué habría de ser diferente con el T-MEC? Me parece que por dos razones. La primera, como ya lo avizorábamos con anterioridad, es que nuestros socios tienen un interés económico contante y sonante en que nuestros mercados funcionen de manera eficiente y sin distorsiones derivadas de corrupción y favoritismos; esto en claro contraste con los otros tratados anti-corrupción donde el interés de los firmantes era más bien de índole idealista. La segunda, es que el T-MEC si prevé mecanismos de resolución de controversia específicos, donde podría haber paneles de expertos internacionales que analizarán y constataran la violación de este tipo de compromisos, decretando de igual manera la aplicación de las sanciones previstas en el mismo tratado. En otras palabras, a diferencia de los otros instrumentos internacionales, parece que el T-MEC si trae dientes y, adicionalmente, hay interesados que si estarían dispuestos y en posición de poner a funcionar esos dientes. En fin, esperemos que además de incrementar la actividad económica y comercio entre los tres países, el T-MEC sea una palanca para por fin dar la pelea a esta enfermedad que nos corroe día a día. Te invito a hacer diálogo en @MrMejiaCosenza.
MT
