En un gobierno altamente dominado por el pensamiento de un solo hombre no parece haber espacio para las aportaciones, para el desarrollo pleno de las funciones con base en la experiencia y las capacidades
Arturo Cerda/Columnista
A dos semanas de la salida de Javier Jiménez Espriú de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes, la nueva discrepancia de fondo en el equipo del Presidente Andrés Manuel López Obrador surgió del titular de Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
En el audio filtrado de una aparente reunión con funcionarios de la dependencia, no parece haber duda de la postura que Víctor Manuel Toledo tiene respecto de la Cuarta Transformación: “Es un gobierno de contradicciones brutal”, asegura. Y agrega: “no existe como un conjunto claro y acabado de objetivos. ¡No existe!”.
Las expresiones no vienen de un político de oposición, de un “conservador”, de alguien interesado en mantener el régimen de corrupción; de la prensa fifí o de un intelectual orgánico, como clasifica el presidente a sus críticos. Fueron hechas por un integrante del primer círculo presidencial, una persona que debe contar con toda la confianza del primer mandatario, por eso lo designó.
En un gobierno altamente dominado por el pensamiento de un solo hombre no parece haber espacio para las aportaciones, para el desarrollo pleno de las funciones con base en la experiencia y las capacidades, para advertir de problemas y sugerir soluciones. Ahí están también los casos de Carlos Urzúa, quien dejó la Secretaría de Hacienda en medio de advertencias sobre el riesgo que vio en el uso de recursos por parte del gobierno federal, y de Germán Martínez al dejar la Dirección General del IMSS por considerar que tampoco era viable la forma en que le era instruido manejar las finanzas del instituto.
No se puede esperar que un presidente sepa de todo de todo, que tenga las respuestas a todos los problemas. Es el líder, el conductor de un equipo supuestamente de profesionales en su materia que se encargan de enfrentar cada reto de la mejor manera bajo el modelo que promueve la cabeza, pero que no son verdades absolutas. En todo esto también juega la realidad, ese factor con el que constantemente pelea el presidente.
Con todo respeto, no creo que sea aventurado hablar de un proceso de descomposición al interior del gabinete. No sorprenderá ver más conflictos que deriven en la salida de altos funcionarios que no quieran terminar como responsables de eventuales dificultades que pudieran prevenirse.