Quiero hablar del futbolista retirado, polémico, valiente e irreverente, que sin temblar en algún momento señaló a George Bush como asesino y a los Estados Unidos como una amenaza latente para la soberanía de los pueblos de la América Latina
Fernando Islas
@NandoIslas906
Hace unos días amanecí con un recuerdo de esos que aún generan un nudo en la garganta. El aniversario de la partida de Fidel Castro traía a mi memoria diferentes momentos de mi vida relacionados con la necesaria lucha por la dignidad humana, en especial recordaba mi primer acercamiento con el suceso histórico que encabezó junto a Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, hecho que fue trascendental para que participara de manera activa en diferentes movimientos y colectivos de izquierda.
Para ese momento de la mañana jamás me imaginé que el deceso de Diego Armando Maradona fuera la nota que acapararía los medios de comunicación de todo el mundo. Al inicio me negaba a creer que esa noticia era verdadera, sin embargo, al transcurrir las horas todo confirmaba que era un hecho y que ahora el “Pelusa” jugaría en las canchas donde Cruyff y George Best juegan.
Pero en esta participación no quiero hablar exclusivamente de su histórico lugar como jugador del deporte más bello del mundo, el fútbol. Quiero citar al camarada que hizo la revolución con un balón, aquel que le regresó la sonrisa a un pueblo entero en aquel mágico partido donde “la mano de Dios” y la “Cabalgata fantástica” hicieron justicia divina después de la barbarie inglesa comandada por Margaret Thatcher y la familia real de aquella isla que, a lo largo de la historia ha saqueado a nuestra Latinoamérica.
Quiero hablar del futbolista retirado, polémico, valiente e irreverente, que sin temblar en algún momento señaló a George Bush como asesino y a los Estados Unidos como una amenaza latente para la soberanía de los pueblos de la América Latina. El mismo que bajo la lluvia compartía el micrófono con Hugo Chávez y que a su vez defendía el trabajo de Evo Morales en Bolivia y abrazaba la causa de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.
Sobra decir que esta colaboración está dedicada a Diego Armando, al Diego de la gente, al que reconocía sus tropiezos pero reafirmaba que la pelota no se mancha. Gracias Diego. Aún hay muchas revoluciones en las cuales participar de manera valiente y digna, con la seguridad de que el camino es sinuoso pero es necesario recorrerlo para alcanzar aquella utopía de la que tanto hablaba Eduardo Galeano. Utopía que nos motiva a seguir luchando, utopía que hace que hoy te encuentres en un universo paralelo fumando un puro junto al Comandante Castro.
Te quiero, Diego, y hoy más que nunca, las Malvinas son argentinas.