El domingo se desató una bomba mediática y política, el presidente Obrador tiene Covid-19. Rápidamente se generó una ola de especulaciones y comentarios en redes sociales
Roberto Mendoza
Cuando estudiaba la universidad mis maestros se quejaban de que los mexicanos eran apolíticos, deseaban que todo mundo se politizará y participará en la discusión, porque, decían, se despertaría una conciencia que forzosamente empujaría un cambio y una mejoría.
Esa participación y discusión llegó no por un despertar de la conciencia, sino por la tecnología; hoy estamos más politizados que nunca, sabemos que nuestra opinión se escucha y queda en un registro llamado redes sociales. Es verdad que las redes impulsaron un cambio, pero también una polarización nunca antes vista.
El pasado viernes Alejandro Moreno, jefe de la unidad de estadística de El Financiero, publicó que más de la mitad de las personas que entrevistó dijo estar de alguna manera polarizado. Ha sido muy importante que todos hayamos tomado conciencia de nuestro valor político, pero al mismo tiempo la oportunidad de expresar nuestras ideas, que no siempre coinciden con las de la mayoría y la oportunidad de defenderlas, nos lleva a dividirnos.
El domingo se desató una bomba mediática y política, el presidente Obrador tiene Covid-19. Rápidamente se generó una ola de especulaciones y comentarios en redes sociales, todo mundo habla de su enfermedad, de su salud, de las vacunas, unos creen que es mentira que este enfermo otros están seguros que es verdad. El sospechosísimo está desatado.
Independientemente de la ola de especulaciones, hay algunas cosas que quizá sería bueno pensar: el país está en medio de una crisis de graves proporciones, el gobierno no se puede poner en pausa, si se agravara su enfermedad, el gobierno genuinamente entraría en crisis, porque la concentración del poder está en su persona.
El presidente está enfermo, no es una especulación, ha tenido al menos un infarto, tiene hipertensión y es un adulto mayor de 67 años, trabaja muchas horas, hace giras en aviones comerciales que forzosamente son más incómodos que el avión presidencial y a veces las giras las hace en auto, lo que, a su edad, es aún más cansado.
Una de las acciones residuales de este gobierno es la profunda división que está promoviendo, al presidente le parece interesante la discusión, pero también es cierto que en una discusión siempre puede salir alguien lastimado y las estadísticas así lo están manifestando; no es que seamos un pueblo delicado, sino todo lo contrario por eso defendemos nuestras posiciones con mucha fuerza y hoy necesitamos exactamente lo contrario a la división. Espero que el presidente se recupere e inicie una gran jornada de reconciliación.
Es el momento de unirnos, sin mentiras, sin ánimos de poder, sin distinciones, todos somos mexicanos y este año será más difícil si continuamos polarizados y nos dividimos aún más, hoy mismo tenemos varias metas comunes: liberarnos de la pandemia, reactivar nuestra economía, retomar la creación de empleos, combatir la inseguridad, en fin, reconstruir el país. Dejemos los insultos y los deseos vengativos, yo los invito a unirnos, porque unidos, siempre seremos más fuertes.