Padre Nicolás Schwizer
Instituto
de los Padres
de Schoenstatt
La primera lectura de hoy, Éxodo 16,2-4.12-15, llama nuestra atención sobre un problema fundamental de la vida humana: la preocupación por el pan de cada día. En su marcha por el desierto, el pueblo judío tiene hambre y se queja ante Dios. Entonces Dios se compadece de ellos y les da un pan del cielo, al cual los israelitas llaman “maná”.
El maná es un testimonio del gran amor de Dios por su pueblo y de su presencia siempre eficaz.
En el Evangelio de hoy, la gente que ha comido por la multiplicación de los panes está buscando a Jesús; pero no lo buscan por sus enseñanzas o por ser el Mesías, sino porque se preocupan de la comida, del pan material. Jesús se los dice abiertamente: “En realidad, ustedes no me buscan por los signos que han visto, sino por el pan que comieron hasta saciarse”.
También nosotros nos preocupamos del pan de cada día y es necesario que nos preocupemos de ello, para poder vivir nosotros y nuestras familias.
Pero en esta preocupación y hasta nuestra angustia por lo material existe el peligro de que nos olvidemos de las cosas más importantes de nuestra vida. Todos conocemos la palabra de Jesús: “El hombre no vive solo de pan”.
Por eso, Jesús – en el Evangelio de hoy – nos exhorta: “Trabajad no por el alimento que se termina, sino por el alimento que perdura y da vida eterna”.
Con ello, Jesús nos invita a poner mayor atención en su persona. Él es el verdadero pan, necesario y vivificante. Él es el pan de amor, de bondad, de perdón, de vida. Alimentarse de este pan es: acercarse a Él, encontrarse con Él, buscarlo a Él.
Jesús sabe de nuestros problemas, de nuestras necesidades materiales. Por eso nos invita a poner toda nuestra confianza en Él, en su persona, en su gran amor por nosotros. Él está con nosotros, está presente en nuestra vida, en cada momento, hoy y también mañana. Contemos cada día con Él ¡Preocupémonos de Él y entonces Él va a preocuparse de nosotros y de nuestras necesidades! Es por eso que nos dice: “Buscad primero el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura”.
El lugar para encontrarse con el Señor es la Iglesia: Ella es la comunidad de los que creen en Jesús, de los que ponen toda su confianza en Él, de los que quieren asemejarse a Él, de los que quieren entregarse a Él.
La Iglesia se realiza, sobre todo, en la celebración eucarística porque la Iglesia vive y se alimenta de este pan sobrenatural, que es Cristo mismo. La Eucaristía es el centro de toda la vida de la Iglesia, de todo su ser y actuar.
En cada comunión, Jesús se nos ofrece de nuevo, para que tengamos su vida y su gracia en abundancia: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.