Roberto Mendoza
En todo trabajo nuevo siempre hay una curva de aprendizaje, sobre todo para aprender las sutiles formas con que personas antes resolvieron muchos de los problemas que se presentan día a día; a lo largo de un tiempo, no definido, quien llega a ese nuevo trabajo tratará de resolver, a su modo, los problemas de una nueva y mejor manera para beneficio de todos.
¿Qué pasa cuando llega alguien nuevo que cree que ya sabe todo lo que va a encontrar y, en lugar de aprender cómo funcionaba lo anterior, ignora el conocimiento previo y tira todo a la basura con la idea de implementar una supuesta transformación? Por supuesto habrá resistencias internas y, si simplemente las elimina, tendrá como consecuencia procesos que necesita cumplir y que no sabrá cómo hacerlo y los nuevos procedimientos que quiera implementar estarán destinados al sistema de prueba y error.
Eso es lo que sucedió en la 4T. Un ejemplo fue la crisis de la distribución de la gasolina; los funcionarios de la 4T pensaron que la producción nacional bastaría para cubrir las necesidades de la población y decidieron parar los pagos y las entregas, hasta que las revisaran, porque estaban seguro que encontrarían corrupción. ¿Resultado? Una gran crisis, aumento de precios y desabasto. Lo mismo está todavía pasando con las medicinas, la distribución del gas y próximamente pasará con la electricidad.
Otro efecto colateral de esta Administración es la corrupción. Se llegó al Gobierno pensando que todo estaba contaminado, y se eliminaron los fideicomisos y fondos que tenían reglas de operación para, en la medida de lo posible, evitar la corrupción, al tiempo que desecharon los controles administrativos. Hay un caso emblemático, el del exsenador Gabriel García Hernández, quien ha sido señalado por columnistas y la revista Proceso como un artífice de malos y cuando menos dudosos manejos en los programas sociales, en su actuación frente a los llamados ‘superdelegados’ y los ‘servidores de la nación’ y en su participación en la compra de cajeros para las sucursales del Banco del Bienestar.
Además, falta saber qué ha pasado con programas como Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, la distribución de dinero directo a escuelas para su remodelación o con el dinero que supuestamente reparte el Infonavit para construir o remodelar casas. Tampoco se sabe qué pasó con el dinero que se entregó a las escuelas a través de la engañosa rifa del avión presidencial ni el destino de los recursos de la última rifa de casas, terrenos y un palco en el Estadio Azteca.
El presidente ha dicho que ya se acabó la corrupción. Mentira; nunca se ha combatido, hoy estamos peor que antes. No hay controles, no hay lineamientos administrativos y el dinero se queda en manos de personas que en menos de tres años han demostrado que no saben qué hacer y que los recursos, le puedo asegurar, terminarán en su bolsa.
Chilanguerías: Desde su creación, el Instituto Electoral de la CDMX y el INE han hecho un trabajo muy eficiente. Hace unos días, se nombró a Patricia Avendaño como consejera presidenta del IECM. Pronto enfrentará nuevos retos: la elección de los presupuestos participativos, la posible revocación de mandato de la jefa de Gobierno, así como el proceso electoral 2024. Creo que tiene la capacidad; si respeta la experiencia acumulada, aunada a la suya, hará un excelente papel. Enhorabuena.