Alejandro Gutiérrez
Lejos de congelarse el conflicto y a pesar de las reiteradas negativas rusas, los hechos hablan de una grave amenaza de un ataque militar a Ucrania, por la absoluta negativa rusa de permitir que sus vecinos y particularmente Ucrania se integren a la Unión Europea y dejen de constituir su zona de influencia.
El conflicto en el este ucraniano, la región del Donbáss, que abarca las provincias de Donetsk y Luhansk, se inició en 2014 y ha provocado ya 14 mil muertos en una guerra en ocasiones encubierta y en ocasiones abierta. Con el tiempo, las acciones se han caracterizado por una guerra electrónica por parte de Rusia y por el uso de drones cada vez más modernos por Ucrania.
Fue en marzo de 2014 cuando Rusia arrebató Crimea a Ucrania y el año en que sucedieron crisis políticas en el Gobierno ucraniano, que causaron la caída del presidente pro ruso Víktor Yanukóvich y la rebelión de la población de origen ruso en el Donbáss. Esto fue aprovechado de inmediato por Putin interviniendo en el conflicto en forma encubierta.
La llegada de ‘civiles’ rusos para apoyar las protestas de los opositores del Donbáss a la integración ucraniana con la Unión Europea y en contra del Gobierno que sucedió a Yanukóvich potencializó el conflicto. Se ha identificado gente del GRU, la inteligencia militar rusa, como la que auspició la ocupación de edificios y dirigió los combates. Pero los que se volvieron más famosos fueron las fuerzas Wagner, el Ejército ruso que no se muestra como tal y que ha actuado en varios otros países.
A pesar de los acuerdos por desescalar los choques armados, en días recientes han trascendido las imágenes de trenes rusos transportando tanques, artillería y lanzadores de misiles a ciudades como Valuyki, a 25 kilómetros de la frontera con Ucrania. El Gobierno de este país ha estimado en 90 mil los soldados rusos estacionados en la frontera.
La semana pasada se reunió en Washington el secretario de Defensa ucraniano, Oleksiy Reznikov, con el norteamericano Lloyd Austin y ahora los norteamericanos deberán replantearse la estrategia por seguir: o continuar, como hasta ahora, presionando a Ucrania para que se abra a las demandas de los separatistas, en un afán de evitar la guerra con Rusia, o bien enfrentar en forma decidida los chantajes rusos y preservar la integridad territorial ucraniana. La apuesta es delicada.