Iván Torres/Rotaciones
Hace un semana y opacada por el sorteo de la copa del mundo, se dio la noticia de que la número uno del tenis femenil mundial se iba de las canchas, la australiana Ashleigh Barty, dijo adiós al deporte blanco. No dijo más que estaba cansada e inmediatamente su fue a jugar golf y ganó un torneo.¿ Pero qué está pasando con estos talentos deportivos que dominan su área? o ¿En qué momento pierden esa hambre de triunfo o ganas de dominar su deporte a lo largo de los años?
Barty jugaba desde los tres años, los padres o los entrenadores la llevaron de la mano por más de 20 años por el camino de los sacrificios y quizá ahí está la clave de la respuesta. Las obsesiones de los padres se convierten en proyectos de vida de los propios padres sin considerar la opinión de la atleta, es una línea muy delgada. Después vienen los patrocinadores que aumentan esa presión y responsabilidad por representar una marca, ser un ejemplo deportivo y su vida personal queda de lado. Ya pasó con Naomi Osaka, gran tenista que ya no aguantó el peso de ser figura, Simon Biles el año pasado cayó en depresión durante los Juegos Olímpicos y ahora Ash sorprende y dice adiós apenas a los 25 años.
Creo que quien llega a este nivel debe estar preparado o preparada para entender qué pasará en su vida, el retiro temprano las puede llevar a una desgracia económica si no llevan una disciplina financiera. Pero el tema es que desde que se sabe que hay talento, el atleta debe pensar que será un trabajo de al menos 20 años dependiente el deporte y que no existan lesiones en el camino. Se debe preparar mental y psicológicamente.