Las fiestas de San Fermín en Pamplona conllevan un sin número de festejos populares, amén de las corridas de toros que, de manera normal, se dan dentro de un serial denominado ‘Feria del Toro’, que hacen de esta festividad todo un acontecimiento conocido en todo el mundo. Todo es alegría, fiesta y diversión desde que suena el ya conocido ‘chupinazo’ hasta que se entona el ‘pobre de mí’.
Inmersos en este cúmulo de festividad, muchos pamploneses, como los miles de turistas que invaden prácticamente esta ciudad navarra, tienen como objetivos principales el presenciar o correr un encierro, así como asistir a un festejo taurino a la Monumental de Pamplona. Sin embargo, ¿dónde queda la tauromaquia que se pueda apreciar en el albero?, ¿el riesgo y el esfuerzo por parte de los diestros y subalternos es realmente valorado?; la verdad, creo que ninguno de estos dos conceptos sea bien aquilatado por la gran mayoría de asistentes a este coso. Prueba de ello, lo que sucedió hace tres años, donde toreros de la capacidad de Fernando Robleño, Javier Castaño y ‘Pepe’ Moral plantaron cara a un difícil encierro de José Escolar –encaste Albacerrada– y que muy pocos se dieron cuenta de la capacidad lidiadora de estos diestros, así como de los excelentes pares de banderillas colocados por Joao Ferreira y Fernando Sánchez considerando las complicadas condiciones de los ‘Escolares’.
Toreros forjados en las llamadas “corridas duras” y esa trayectoria fue lo que a fin de cuentas los sacó delante de manera muy decorosa ante las peligrosas embestidas de estos toros que salieron con la cabeza suelta pidiéndole las credenciales en todo momento. Sin embargo, la fiesta estaba en el tendido y el peligro en el albero, un peligro serio y constante que, a cada momento, asechaba en contraste con la algarabía en los tendidos. Con este año, se reanudan estas festividades después de la pandemia, permitiendo con ello ingresos importantes para esa región y dejando atrás la afectación que la fiesta sufre al cancelarse este tipo de festejos.
MT