José Juan Anzures Gurría
Desde la década de los ochentas, el modelo democrático que se ha ido construyendo en nuestro país ha consistido, entre muchas otras reformas, en la creación de Órganos Constitucioales Autónomos.
La creación de estos órganos ha tenido como fin último el de sustraer funciones que originalmente le correspondían al titular del Ejecutivo para ir adelgázandolo y así contar con un Presidente más agil, pero sobre todo más controlado. La creación de estos órganos no tiene otra función que la clásica que predica la teoría de la división de poderes: en la medida en que el Ejecutivo (en su momento el monarca) tenga menos facultades, tiene menos posibilidades de ejercer un poder absolutista y autoritario.
Es cierto que como toda obra humana y como toda Democracia, la fórmula de los Órganos Autónomos en nuestro país no es un modelo acabado, ni tampoco perfecto, muchas voces han señalado que se ha abusado de esta figura; pero lo cierto es que se trata de un fórmula probada que ha demostrado ser exitosa para controlar al poder y por tanto para ir consolidando nuestra democracia. Dicho en sentido contrario, el debilitamiento o destrucción de los Órganos Constitucionales Autónomos redundaría en última instancia en el debilitamiento de nuestro modelo de país…