Athos David Cuevas Campillo
Una de las reformas del ‘Plan B’ consiste en modificaciones a la Ley General de Comunicación Social (LGCS) para redefinir el concepto de propaganda gubernamental.
Esta propaganda se integra por los escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones y proyecciones difundidos por los órganos públicos con cargo a su presupuesto para comunicar acciones o logros, compartir información de interés general y estimular a la ciudadanía para ejercer derechos, cumplir obligaciones y acceder a beneficios.
Las modificaciones aprobadas, cuya inconstitucionalidad revisa la Suprema Corte de Justicia de la Nación, consisten en exceptuar de este concepto a las manifestaciones que cualquier persona servidora pública realice en ejercicio de su libertad de expresión y sus funciones.
Con ello, toda idea, opinión o información que compartan por cualquier medio, sea oficial o privado, no se ubicará en esta categoría y escaparán de las restricciones establecidas por el artículo 134 de la Constitución Federal referentes a tener un carácter estrictamente informativo, carecer de elementos que impliquen una promoción personalizada y no difundirse al celebrarse elecciones.
El propósito es inequívoco, permitir que gobernantes aprovechen los foros públicos y el aparato gubernamental para apoyar a sus partidos y candidaturas. Las consecuencias son también evidentes: la sobreexposición de funcionarios de alto perfil con fines electorales, aumentar la polarización de las opiniones políticas e implementar campañas paralelas en que gobiernos y partidos compartan colores, ‘slogans’ y propuestas.
La neutralidad que persigue la Constitución a través de su artículo 134 será reemplazada por un escenario donde la prioridad consistirá en la imagen mediática en vez de la gestión de los asuntos más urgentes del país. Asimismo, al extenderse la arena electoral a la administración pública, su personal será obligado a volverse simpatizante político o renunciar a su trabajo.
Nuestros gobiernos ya no pretenden informarnos, sino convencernos a partir de un discurso sostenido, cada vez, menos en resultados visibles y más en otros datos.