Gabriel Morelos Borja
Profesor de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey Campus Querétaro
En años recientes han surgido movimientos que pueden ser considerados ‘anti empresariales’ o que se expresan contra libre mercado. El espectro va desde los detractores de la globalización hasta el eco-terrorismo, pasando muy particularmente en América Latina por partidos y gobiernos que promueven discursos divisorios entre ‘las empresas’ y ‘el pueblo’.
¿Qué fundamento real tienen estas posturas? ¿Son las empresas generadoras de valor para la sociedad? ¿Hay empresas que destruyen más valor del que generan?
Hay consenso en que una gran parte del bienestar material de la humanidad es generado por empresas, sin duda. Sin empresas, retrocederíamos 200 años en el tiempo; cuando más del 80% de la población mundial vivía en la pobreza, comparado con el 15% de hoy (ourworldindata.org, 2019).
Por otra parte, son cada vez más quienes señalan que el modelo ‘Reaganiano’ (ideas sustentadas por el presidente estadounidense Ronald Reagan y sus seguidores desde los 1980s) no parece ser sustentable por mucho más tiempo. La idea de que el acumular riqueza en lo alto de la pirámide porque de ahí ‘desparrama’ al resto de la población, ha ralentizado el crecimiento de los índices de desarrollo humano (ONU).
El gran cuestionamiento es: ¿Qué tanto se requiere de intervención gubernamental, y qué tanto pueden las empresas propiciar que el valor creado llegue a toda la sociedad? Por una parte, los gobiernos de izquierda suben impuestos para mejorar condiciones de vida a través de gasto social. Los impuestos tienen límites… si esos límites son excedidos, deja de ser atractivo emprender y hacer más productivas a las empresas. Una sociedad necesita empresas innovadoras y eficientes. Impuestos demasiado altos acaban con las economías.
Por otra parte, hemos encontrado que las empresas que generan valor para toda la sociedad tienden a ser más redituables y permanecer en mejor forma a través del tiempo. Las prácticas que ayudan a mantener una fuerza de trabajo motivada, innovadora y comprometida incrementan la competitividad. Clientes satisfechos con lealtad a las marcas ayudan a esas empresas a enfrentar mercados dinámicos y complejos. Proveedores desarrollados y consistentes son parte de la mejora de la calidad y de la innovación de la empresa. Vecinos, y en general un entorno con buena disposición hacia la empresa permite una posición más estable de mercado, de atracción de talento y de sana operación.
Las empresas que operan bajo estos principios de impactar positivamente a su entorno, se les llama en la ciencia de la administración: ‘empresas conscientes’. Estas organizaciones tienen propósito, tienen liderazgos estratégicos con visión social, tienen políticas y prácticas conscientes, y tienen indicadores de desempeño que aseguran la mejora en estos aspectos.
Líderes con alto desarrollo humano, con equipos de alto desempeño, que atraen, desarrollan y retienen al mejor talento, clientes satisfechos, proveedores consistentes… todo bajo un paraguas metodológico que incluya de manera inteligente esas prácticas que lo hacen posible… y por supuesto rentable.
MT