Mario Maraboto
Salvo que sucediera algo verdaderamente excepcional, México será gobernado (esperemos) el próximo sexenio por una mujer. Quienquiera que sea elegida por la mayoría de los votantes, no será la primera en el mundo o en Latinoamérica en quedar al frente de un país, ni habrá sido la primera en haber aspirado al cargo.
Entre 1982 y 2018, seis mujeres buscaron llegar a la presidencia de México; en orden cronológico: Rosario Ibarra de Piedra, Cecilia Soto, Marcela Lombardo Otero, Patricia Mercado, Josefina Vázquez Mota, y Margarita Zavala.
Conforme el mapa “Mujeres en la Política 2023” diseñado por la Unión Interparlamentaria y por ONU Mujeres, sólo en 31 países hay o ha habido mujeres en funciones de presidenta o Jefa de Estado y, en América Latina, sólo 13 han ocupado dicho cargo desde 1974 y hasta 2022. De ellas, cuatro fueron presidentas interinas: Lidia Gueiler Tejada (Bolivia), Jeanine Añez (Bolivia), y Ertha Pascal-Troulillot (Haiti) por un año; Rosalía Arteaga (Ecuador), asumió el cargo por una semana, en lo que se solucionaba un vacío constitucional, y dos tienen un año en el cargo: Xiomara Castro (Honduras) y Dina Boluarte (Perú).
Las demás cumplieron su periodo respectivo: María Estela Martínez de Perón (Argentina), Violeta Barrios de Chamorro (Nicaragua), Mireya Moscoso (Panamá), Laura Chinchilla (Costa Rica), Michelle Bachelet (Chile en dos ocasiones), Cristina Fernández de Kichner (Argentina), Dilma Rousseff (Brasil), y Jeanine Añez (Bolivia).
Cada una asumió el cargo en diferentes circunstancias políticas, económicas y sociales. Por ejemplo: María Elena Martínez (Isabelita Perón) era Vicepresidenta en el régimen de su esposo Juan Domingo Perón y llegó a la presidencia a la muerte de éste. Violeta Chamorro venció en las elecciones al presidente Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (que había puesto fin a la dictadura de Anastasio Somoza). Mireya Moscoso ya había perdido las elecciones y volvió a candidatearse capitalizando las fuerzas opositoras y el desencanto con el anterior gobierno. Dilma Rousseff asumió el poder con la carga de una opinión pública que decía que el titular del Poder Ejecutivo era el expresidente Lula. Jeanine Añez asumió el poder tras una crisis política que derivó en la renuncia de Evo Morales a la presidencia, acusado de haber cometido fraude electoral.
No todas fueron exitosas en su gestión, la que no deterioró las libertades políticas y civiles (Argentina) sumió al país en la pobreza y el desempleo (Nicaragua), pero la mayoría dieron resultados positivos para su país a través de inversiones, crecimiento económico, y mejora en la calidad de vida y en los índices de competitividad de su país.
¿En qué circunstancias llegará al gobierno la próxima presidenta? El panorama no se ve fácil: producto de un autoritarismo, recibirá un país violento, con una deuda sin precedente, con problemas migratorios en ambas fronteras, con un crecimiento de la economía informal, con altos niveles de corrupción gubernamental y con una sociedad dividida por lo que, idealmente, tendrá que reconciliar a la sociedad y cambiar radicalmente el estilo de gobierno con referencia al actual (poco probable en quien quiere dar continuidad a la transformación de cuarta y seguir destruyendo instituciones).
Pero en cualquier caso, los retos que marcarán su éxito o su fracaso serán los relativos a inseguridad, violencia, salud y economía, lo cual implicará diseñar un modelo de desarrollo equitativo e incluyente, con visión a largo plazo pero flexible para que pueda adaptarse a las coyunturas que se presenten en los siguientes sexenios. Y, desde luego, deberá poner especial énfasis en desarrollar una cultura de legalidad con pleno respeto a la Constitución y a las leyes que de ella emanan.
La disyuntiva está entre continuar con la destrucción o iniciar la reconstrucción. Ojalá que la próxima mujer al frente del país logre triunfos en real bienestar y desarrollo del país, más allá del éxito político.