Todo era Cala, por aquí, nena por allá, pero la sorpresa vino cuando estando recostad@ en mis piernas, por primera vez tuvo la confianza de girarse boca arriba, y… la vida te da sorpresas, sorpresas te la vida, ¡ay Dios! Me percaté que lo que creíamos era una felina del sexo femenino, contaba con una extra parte en el inventario no correspondiente a lo que de inicio nuestra mente nos hizo creer. En ese momento, cruzamos por lo narrado en los párrafos anteriores y de inmediato procedimos a ajustarle el nombre: de Cala a Cali, entendiendo ahora con más claridad su personalidad y comportamiento.