Amplios sectores afines y contrarios al oficialismo coinciden en la necesidad de una reforma judicial, pero no en la pertinencia de la impulsada por Morena. Entre otras razones porque no garantiza dar acceso a la justicia y abatir la corrupción, el nepotismo, el tráfico de influencia y la intervención de grandes intereses económicos y criminales en el Judicial. No garantiza eso y sí, en cambio, trasluce el afán de someter y controlar a los juzgadores. Sin duda, el oficialismo puede imponer su designio, pero no persuadir a los factores de poder informal y, entonces, vencer sin convencer puede concluir en un desastre, sobre todo, si la elección de los impartidores de justicia es un fracaso o un engaño.