El 12 de noviembre, en el Monumento a la Revolución y en compañía de miles de ciudadanos, Xóchitl Gálvez presentó su informe de actividades legislativas como senadora de la República. Durante el evento, Xóchitl afirmó que la unidad de los partidos de oposición en torno a una propuesta sólida frente al oficialismo autoritario y tramposo es indispensable. Afortunadamente encontramos en ella a una candidata ideal para encabezar un proyecto diferente, lleno de esperanza y un claro contraste con lo que representa la 4T.
Xóchitl rompe el discurso sectario del presidente. Es una mujer indígena que ha ascendido desde abajo y se ha superado con esfuerzo, estudio y trabajo. Es una persona que escucha y atiende a la pluralidad, anteponiendo el diálogo como base de la construcción de la política.
Es una persona honesta, preparada y valerosa, que puede, con credibilidad, retomar el destino para convertir al país en uno más justo, ordenado y democrático. En su registro en el proceso interno para la selección de la candidatura del PAN a la Presidencia de la República, afirmó en su discurso: “Hoy iniciamos la batalla por la libertad, por la democracia. Hoy iniciamos una batalla que va a rendir frutos. Vamos a alcanzar a la candidata oficial y vamos a arrasar”.
El desafío de su campaña es significativo: enfrentar a un oficialismo autoritario y antidemocrático. En esta administración, hemos observado a un presidente individualista que ha desestimado la experiencia y la opinión de su gabinete, y peor aún, relegando a sus legisladores a simples ejecutores de sus deseos presidenciales.
Además, ha llevado a cabo campañas de desprestigio y destrucción de las instituciones. Ha intentado reducir o eliminar a los organismos autónomos que le estorban en el ejercicio totalitario del poder. Ha desacreditado a los otros poderes de la Unión cuando muestran su autonomía. Ha denigrado y amenazado a la Suprema Corte. Ha ignorado, desacreditado y combatido a la oposición en el Congreso por ser crítica ante sus acciones de Gobierno.
Los resultados de la gestión actual han sido desastrosos: tenemos los índices más altos de violencia en nuestra historia reciente; el sistema de salud pública está desmantelado; hay despilfarros en obras mal planeadas; a la gente cada vez le alcanza para menos, y nuestras relaciones diplomáticas han experimentado más crisis que en cualquier otro sexenio.
El riesgo no es menor; están en peligro la democracia y nuestra libertad. Hay una amenaza de retroceder hacia un sistema político hegemónico al que nadie quiere regresar. La sucesora, Claudia Sheinbaum, electa por la vieja práctica del dedazo, solo ofrece continuidad y, hasta el momento, no ha presentado ideas o propuestas propias ni ha indicado una posible corrección de rumbo.