Daniel Lizárraga
Las coberturas periodísticas sobre temáticas complejas como la corrupción, la desaparición forzada o el fenómeno de la violencia, por citar solo algunos ejemplos, han requerido que los reporteros(as) adquieran un conocimiento especializado. Hay que empaparnos del tema, solemos decir antes de iniciar un reportaje.
A fuerza de cubrir esos temas (ya sea por el país, la circunstancia o por decisión propia) los periodistas se decantan hasta convertirse en especialistas. Esto, por ejemplo, ha sucedido en México con la corrupción o las desapariciones forzadas. En El Salvador, país en el que viví alrededor de cinco meses en el año 2021, hay colegas que se han hecho expertos en el fenómeno de la violencia donde las pandillas juegan un rol protagónico.
Las únicas ambiciones que los ha movido fueron encontrar la raíz del problema, las complejidades del suelo que pisan y las consecuencias para la sociedad que los arropa. Nada menos, pero tampoco nada más. Me consta que mis colegas Bryan Avelar, Óscar Martínez, Carlos Martínez y Juan Martínez (hermanos los tres últimos) se han dejado la piel tratando de encontrar las explicaciones de esos fenómenos complejos para informar de la mejor manera posible.
Sin embargo, en estos tiempos enfrentan algo más. El presidente salvadoreño Nayib Bukele y algunos de sus colaboradores –sus súbditos, en palabras llanas– han desatado una ofensiva contra ellos acusándolos de estar vinculados a las pandillas y, de alguna manera, apoyarlos o ser una especie de voceros. Esto, en sazón de las reformas penales aprobadas por los vasallos de Bukele en la Asamblea Legislativa (léase diputados y diputadas), representa una amenaza para encarcelarlos.
Para muestra, un mensaje de Bukele en su cuenta de Twitter:
Esta basura, sobrino de un genocida, dice que:
-Las “pandillas cumplen un rol social NECESARIO para El Salvador”.
-Y que “si quitás las pandillas, habría una crisis social” ya que ellos “CUMPLEN UNA FUNCIÓN SOCIAL”.
Estos son los REFERENTES de la “comunidad internacional”. Absurdo.
El mensaje incluye un video de 22 segundos, en el cual se escucha al periodista Juan Martínez decir que “las pandillas cumplen un rol social desgraciadamente necesario en El Salvador, llenan un hueco que no ha podido llenar el Estado u otras instancias. Si quitás a las pandillas, desgraciadamente habría una crisis social porque cumplen una función macabra y terrible y todo lo que querás…”.
El video es un extracto de una entrevista con la televisora oficial rusa RT. Desde luego, Bukele no escuchó el diálogo completo ni mucho menos pidió que alguno de sus colaboradores le hiciera el favor de hacerlo para intentar comprender el contexto. No lo hizo porque solo buscaba atacar, golpear; para eso, solo se necesita ver el mundo en blanco y negro.
Bastó con 22 segundos para llamar “basura” a Juan Martínez. El grave problema es que ese mensaje lo ha escrito el presidente que ha tenido una popularidad del 81 por ciento y que lo ubica, en ese tenor, como el número uno en el mundo por encima del mexicano López Obrador (64 por ciento) o del ruso Putin (65 por ciento), de acuerdo con una encuesta publicada en noviembre pasado por INFOABE.
Sus mensajes por esa red social, donde a menudo da órdenes a los diputados o anuncia programas sociales, tienen un alto impacto en la sociedad salvadoreña. Twitter es la plataforma de su propaganda. En esa red social convoca a la gente para apoyar sus medidas económicas y también condena a la hoguera del desprecio a quienes lo critican, con o sin razón. En El Salvador debe existir una sola narrativa para contar los hechos y esa debe ser la suya.
Es irresponsable que tilde de “basura” a Juan Martínez, porque convoca a la violencia. En segundos, el reportero recibió mensajes de odio y cargados de acusaciones para que lo encarcelaran, incluyendo diputados y funcionarios. El mensaje también es absurdo porque lo acusa de un “delito de sangre”. Los hermanos Martínez son sobrinos del mayor Roberto D Aubuisson, considerado el cerebro de los escuadrones de la muerte contra comunistas y fundador del derechista partido ARENA quien murió de cáncer en 1992.
Los hermanos Martínez nunca coincidieron con la ideología de su tío; de hecho, han marcado distancia con la biografía de él. Esto es claro, público y notorio. Pero Bukele, ventajoso como es, golpea porque puede y quiere a quien no asuma su palabra como la única y su visión del país como la encarnación de lo divino.
Este ha sido el talente de Bukele. Un presidente que en la guerra contra las pandillas se ha encargado de que solo exista una versión sobre los hechos: la suya. En las recientes reformas penales castigaron con 10 años de prisión a quien haga apología de las pandillas, incluidos los medios de comunicación.
En la norma no especificaron qué debería entenderse por apología en el contexto de la ofensiva militar contra las pandillas. Quizá el significado resultaría obvio, pero también tiene otra lectura a la luz de los rabosos mensajes de Bukele, quien controla a la fiscalía y a los jueces: la censura.