Qué te hace querer sentarte a disfrutar de un buen café, para anhelarlo, desearlo, tenerlo, y disfrutar su textura, su aroma, su temperatura, y querer robarle al tiempo un par de minutos y beberlo con todos tus sentidos
Necesitas saber que existe, informarte de él, ir a buscarlo, y degustarlo.
Empecemos desde el origen del cafetal, de la riqueza del suelo, su lugar geográfico, de los cuidados de su siembra, su maduración y su cosecha. Sigamos con que cada grano fue seleccionado según los estándares y requisitos de calidad de cada cafetalero.
Es igual en el campo humano, cada quien decide a qué cepa pertenecer, pues requiere pasar ciertos filtros, generar esfuerzo, dedicación y entrega para estar en donde quiere estar. Una vez seleccionado, el café es empacado y etiquetado, para su identificación. Al igual que tú y yo, somos reconocidos por nuestras cualidades, talentos, habilidades, valores, que son las etiquetas, que forman un total, llamado identidad.
La gran diferencia es que nuestras etiquetas son cambiantes y dependen de la clasificación (cepa) en la que quieres estar. Éstas no son impuestas por alguien, sino que son el efecto causado de tu esfuerzo, dedicación, y entrega, que realizas las distintas acciones en tu vida.
Así comienza el gusto, y las ganas de querer disfrutar un buen café, entendiendo su historia, dándole un valor, y comprendiendo el beneficio que su presencia me deja.
Las personas necesitan un tiempo para ser conocidas, para poder percibir su esencia y conocer su historia. Dedicación para captar los detalles que conforman un todo. Interés genuino en querer descubrir sin juicio (desde un vaso vacío) para comprometerse a indagar el valor del otro.
El café es tu compañero de trabajo, es cada integrante de tu equipo; es tu compañero de vida, es tu hijo, tu vecino, es el ‘office boy’, el portero, es tu competencia, es tu pareja, es el automovilista molesto, son tus padres, tus entrenadores, tu ‘coach’, el Cp. de finanzas, tu jefe, soy yo.
Algunas veces, simplemente (y conformistamente) juzgo el hecho, o a la persona como Dios Todopoderoso, dándole a mi prójimo un valor del uno al 10, etiquetándolo y encasillándolo, según mis estándares, por su mediocridad o su brillantez.
Te pregunto… ¿Te has dado el tiempo de acercarte a él?, ¿has indagado?, ¿escudriñado?, ¿investigado?, ¿y generado un interés genuino por querer comprender al otro? ¿O simplemente desde tu silla juzgas y te dejas llevar por rumores, chismes, y comentarios sin fundamentos?
¡¡¡Cuidado!!! Porque cuando etiquetas, le estás mandando a tu cerebro el permiso de ser etiquetado por otra persona también. Recuerda que lo que la ola lleva, ¡la ola lo regresa!
De ti depende lo que quieres que la ola te regrese: amor, juicio, comprensión, empatía; depende solo de ti.
Antes de juzgar a otra persona, o a ti mismo. Descúbrelo como al café.
Por: Ely Machado
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