En 1998, en la Cámara de Diputados se conmemoró el natalicio de Juana Inés de Asbaje nacida en Nepantla en 1648. Hablar de Sor Juana Inés de la Cruz no es un acto de generosidad sino de justicia.
Hoy, retomo fragmentos de mi intervención en la más alta tribuna en la LVII Legislatura:
Sor Juana Inés de la Cruz, ¡qué hiciste para ser nombrada la Décima Musa, qué poco sabemos de ti y cuánto se ha quedado en el campo de la suposición! Tú eres parte de nuestra historia mexicana, historia que a la vez es abrupta e infructuosa, que se mueve entre el mito y la negación
La inducción a encerrarla en un convento fue premisa necesaria y no hubo violencia, ella misma la deseaba, pues para ser soltera carecía de dinero y para casada le sobraba el amor. Le tocó vivir en una época en la que hablar era pecado. Ni la ausencia del amor terrestre ni la urgencia del divino la llevan al claustro, el convento es un expediente, una solución razonable que le ofrece refugio y soledad. La celda es retiro no cueva de ermitaño.
Una muchacha sabia que nació, vivió y murió en el Siglo XVII, que hacía versos con admirable facilidad, un enigma. Hermosa y llena de gracia, era un peligro. Su producción literaria condensa su enorme genio, su amor por el conocimiento y la grandeza de su entendimiento. Pero el siglo XVII, ámbito sombrío para la mujer sabia, no pudo comprender su obra literaria que incluyó su vida como mujer, intelectual y religiosa.
Su inteligencia y conocimiento no fueron compatibles con el concepto de femineidad de hace 347 años. Fue obligada a renunciar a sus bienes, sus anhelos, sus privilegios de mujer de la corte, especialmente, al placer de escribir.
Espíritu de incontenible grandeza, sin fronteras; sus ideales eran los de igualdad social e intelectual frente al esquema represivo de su tiempo. Fue la primera mujer que levantó la voz en América, para defender la dignidad de su género. Planteamiento social en una nación que necesitaba nacer en la búsqueda de la identidad, que reconociera la importancia de su papel histórico e intelectual.
En su Respuesta a Sor Filotea, con toda claridad y firmeza, abogó por los derechos culturales de la mujer, afirmó su derecho a criticar y a impugnar. Es una pieza magistral en la defensa de la cultura, del estudio, de la búsqueda científica que se le prohibía por ser mujer. ¡Qué bueno que sor Juana fue una monja rebelde y de brío mundano!
Sor Juana dice: “finjamos que soy feliz. Triste pensamiento un rato. Quizá podréis persuadirme, aunque yo sé lo contrario. Que, pues, sólo en la aprensión dicen que estriban los daños, si os imagináis dichoso no seréis tan desdichado; sírvame el entendimiento alguna vez de descanso”.
La Décima Musa abogó por la igualdad de los sexos y por el derecho de la mujer a adquirir conocimientos, “pionera indiscutible del movimiento moderno de liberación femenina”. No sólo traspasó los límites conferidos por su época a las mujeres sino que también defendió la igual capacidad racional de mujeres, y varones, denunció la feminización de la ignorancia, rechazó el mandato de silencio a ellas dirigido y advirtió sobre el uso de doble criterio en las acusaciones que se le hicieron.
Con su vida y obra, integra el pasado con el presente, al abrir el camino a la libertad de la mujer intelectual de hoy en día. Sor Juana quería saber y saberlo todo; allí radicó su tragedia.
Hace cuatro siglos, se consideraba que la inteligencia era privilegio de los hombres y la tontería exclusiva de las mujeres. Hoy, la realidad es otra, y a pesar de los avances, millones de mujeres siguen viviendo en el silencio, sin reivindicación de su ser mujer.
Agradezco a la LVIII Legislatura del Estado de Querétaro el haberme otorgado la Medalla al Mérito Sor Juana Inés de la Cruz. ¡La recibo con orgullo y asumo la responsabilidad que conlleva por las mujeres!
Por: Patricia Espinosa Torres (*)
[email protected]/ Facebook Patricia Espinosa Torres
(*) Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.