México, país futbolero, que vive los Mundiales, donde los medios nos saturan de información y se gastan millones en publicidad y derecho para disfrutar de grandes eventos. Irónicamente, no desarrolla un sistema deportivo exitoso internacionalmente.

Vemos la Champions, el Super Bowl, los Juegos Olímpicos, los Mundiales, la Serie Mundial, acontecimientos imperdibles para los verdaderos aficionados, pero para muchos son la novedad que cada año o cada cuatro años consumen y olvidan.

El futbol nacional llena las planas, los canales y sitios web. Nuestra selección, a pesar de pelear a nivel juvenil, está aún muy lejos de los grandes y le exigimos de una forma que ni los medios de las verdaderas potencias lo hacen con sus equipos. Queremos la cabeza de los entrenadores como si históricamente se ganaran títulos al por mayor, y se les demanda a los jugadores como si fueran figuras en los mejores clubes de Europa.

Vivimos la liguilla y el porcentaje, inventos que sin ser nuestros, tienen un arraigo sin igual en México. Hacemos coberturas de horas previas a un partido importante. Engrandecemos a “figuras”. Contamos con campeones mundiales de boxeo, pero sólo un puñado de púgiles aparecen en las funciones estelares.

También olvidamos a los deportistas cuyo nombre nos suena junto a la palabra Olímpico, porque el taekwondo, los clavados o el tiro con arco “no venden”.

Dedicamos horas y páginas al arribo del Chicharito a un equipo que pocos sabían de su existencia semanas antes de que se diera a conocer la nota, la misma semana que se ganaron dos medallas de plata en los Campeonatos Mundiales de Natación, una en clavados, uno de los deportes que más éxitos ha dado en el historial olímpicos del país. Casi nadie habló de eso ni se interesó en cubrir el evento.

Justo ese mundial se debió disputar en Guadalajara, pero no fue así por la gestión deportiva que se acaba los recursos y apoya pocas disciplinas. A la que más ayuda brinda, no da grandes resultados, como el famoso quinto partido.

Es la mala organización de un país con gran potencial, el que se conforma con alguna medalla cada cuatro años.