Amado López Guerra
Profesor e ingeniero. Con posgrado en Ciencias de la Educación
y diplomado en Administración Educativa. Su carrera comenzó hace casi 50 años. Es la tercera generación de docentes en su familia.
La patria es aquel lugar, país, nación, pueblo, tierra o región en el que hemos nacido y al que nos sentimos vinculados por motivos legales, sentimentales e históricos. Es nuestro hogar y nuestra realidad primera. Somos una sociedad que está a punto de cumplir 200 años como nación independiente. El 27 de septiembre de 1821 llegaremos al bicentenario. Tenemos dos siglos formando patria, mientras otros, con engaños, se dedican a destruirla. En el trayecto de la historia tenemos un pecado que nos está frenando, hemos aceptado que nos dirija una casta corrupta y corruptora que no tiene más interés que seguirnos explotando sin medida.
Nuestra trayectoria en el espacio y el tiempo está impulsada por la búsqueda de la justicia, la soberanía y el bienestar. Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Lázaro Cárdenas son los grandes impulsores de los sentimientos de la nación y las verdades de este pueblo nuestro.
Una vez más, la naturaleza nos pone a prueba y su furia se dirige a los más necesitados. Algunos periodistas han recogido el testimonio de la gente afectada por el más grande terremoto en un siglo. Ellos manifiestan que están solos, que no hay ayuda ni apoyos. Pero la demagogia y el engaño siguen operando. Para qué sirve la presencia de un funcionario, si lo que ellos necesitan es comida, resguardo y apoyos para reconstruir sus hogares. Ya varios de los damnificados advirtieron que en el terremoto de hace unos años se montó la misma mentira institucionalizada. Los apoyos para reconstruir sus hogares nunca llegaron. Cuando deje de ser noticia, se olvidarán de los cientos de miles de personas de Oaxaca y Chiapas que se quedaron sin casa. A pesar del abandono, la gente de nuestra patria sobrevivirá y continuará hacia adelante. Ellos no podrán esta vez celebrar el Día de la Independencia, nosotros lo haremos por ellos. Unamos nuestras voces, sentimientos y entremos en comunión por nuestros hermanos de Oaxaca y Chiapas. Tengámoslos presentes para devolverles la lección que ellos nos han dado; con su fortaleza nos han dicho: México ha vivido, México vive. ¡Que viva México!